Existe un «mercado religioso» en donde las distintas iglesias (los oferentes), presentan un credo (el producto) a los creyentes (los consumidores).
Alexis Faruth Perea, experto en Análisis Económico del Derecho.
¿Cuánto pagaría por ir a una final de la copa del mundo de Fútbol? ¿Qué precio estaría dispuesto a sufragar por entrar al concierto especial de su cantante favorito?
¿Qué cantidad de dinero gastaría en las vacaciones de sus sueños? Estoy seguro que, ese suma sería la mayor que su presupuesto le permita sin tener que sacrificar la adquisición de otros bienes o servicios que estima más valiosos.
Hace algún tiempo leí un artículo de una revista en el cual se decía que en algunas iglesias protestantes de Bogotá se observaba un gran flujo de dinero, el cual provenía de los creyentes, los cuales mediante diezmos, pactos y ofrendas estarían contribuyendo al crecimiento de ellas y al enriquecimiento de sus líderes.
Lo anterior estimaba la publicación como algo casi inmoral e inapropiado ¡No me referiré a temas de fe o moral, solo veremos cómo desde el Análisis Económico del Derecho AED podemos explicar dicho crecimiento y su justificación!
Estas formas de obtener ingresos, tienen en la tradición Judeo – Cristiana fundamento Bíblico; por ejemplo, los diezmos que son la décima parte de todo lo que un creyente gana, se destina para cubrir los gastos ordinarios de la Iglesia.
Algunas referencias las hallamos en Deuteronomio, en donde se ordena a los fieles, entregar el 10% del producto del trabajo.
Las ofrendas son contribuciones voluntarias que hacen los creyentes para agradar a Dios, encontramos por ejemplo, las ofrendas de Abel, las de Abraham, las del Profeta Elías o las del Rey David, algunas de ellas dadas en acción de gracias.
Los pactos, son cantidades que entregan los creyentes a fin de que en forma de convenios, Dios le dé un milagro o cubra una necesidad, ejemplo de ello lo encontramos en el Génesis donde Jacob pacta con Dios y se compromete a entregar la decima parte de todo lo que gane para que Dios le dé pan, vestido y seguridad.
A cambio de estas contribuciones según enseña el libro de Malaquías Dios dará bendición sobreabundante a los creyentes.
Debe reconocerse que, uno de los grandes avances de la Constitución del 91 fue la consagración de la libertad de cultos como un derecho fundamental, lo que ha permitido la proliferación de iglesias no católicas en el país, creando un entorno distinto al existente antes de la citada carta política, en donde la unión entre el Estado y la Iglesia Católica dejaba en segundo plano a otras congregaciones.
Tal ha sido el impacto de la norma en cita que, según el ministerio del interior existen más de 2500 iglesias protestantes registradas en la nación, las cuales abarcan a millones de feligreses, lo que les ha permitido ganar representatividad social, en temas como la política, los negocios y la asistencia social.
Al margen de lo anterior, cabe preguntarse: ¿Qué hace que alguien se sume a una iglesia en donde se le inculca la idea de diezmar, ofrendar y pactar, y no vaya a otra en donde no se le infunde ello? Creo que el análisis económico nos brinda una respuesta al interrogante.
En efecto, Gary Becker, premio nobel de economía, en una conferencia titulada «La Naturaleza De La Competencia» reconoce la importancia que tiene para los seres humanos satisfacer sus necesidades espirituales, y citando a Adam Smith sustenta que las iglesias compiten en un «mercado religioso» por satisfacer las necesidades espirituales de los creyentes, sirviendo de ejemplo la competencia de iglesias que existe en Estados Unidos.
Entonces, si entendemos que existe un «mercado religioso» en donde las distintas iglesias (los oferentes), presentan un credo (el producto) a los creyentes (los consumidores) podríamos concluir que estos últimos, de la misma forma que lo sostiene la teoría económica acuden al mercado para satisfacer sus necesidades, en este caso, aquellas de tipo espiritual.
Así, los creyentes teniendo en cuenta sus preferencias y estimaciones deciden qué credo consumir adhiriéndose a él, lo que no es más que el ejercicio de su libertad de elección, pues, al final se quedan con aquella iglesia que satisface mejor dichas necesidades, por lo cual como cualquier consumidor decide remunerar al oferente de dicho producto.
En conclusión, a mi modo de ver, es económicamente racional y jurídicamente valido que las iglesias se financien mediante la obtención de ingresos derivados de la colocación de sus productos en dicho mercado, pues tales entradas no son más que el reconocimiento de sus consumidores a la capacidad de satisfacer sus necesidades, o podemos preguntarnos:
¿Por qué ir a un espectáculo a gastar nuestro dinero, es bien visto, y no parecer serlo, el darlo a cualquier iglesia donde se satisfagan las necesidades espirituales de los creyentes?