Esta versión del reality juega con ciertos estereotipos que imperan en el país: el de los «negritos salvajes y tropicalones».

Por Tatiana Bonilla, sicóloga. Especial para Color de Colombia
Después de jornadas laborales extenuantes y a veces poco satisfactorias, qué delicia prender el televisor en la noche y reírse del mundo que a uno lo martiriza en el día.
Reírse de los dilemas de los otros, que a la larga son los propios, proyectando las frustraciones de uno mismo en personajes aparentemente apetecibles e inalcanzables…todo eso, apretando un botón.
Las productoras de televisión saben muy bien esto de nosotros y que usamos las reglas más simples de razonamiento.
Para la muestra, la versión 11 de un reality llamado El Desafío: África, El Origen.
Aunque se parece a las diez adaptaciones precedentes, esta versión puede resultar más exitosa, porque juega específicamente con ciertos estereotipos que imperan en el país: el de los «negritos salvajes y tropicalones».
Yo no estoy renegando del África tribal, tan bella y majestuosa, pero es que francamente cogerse de lo más básico funciona muy bien.
Solo vi dos capítulos y me di a la tarea de indagar sobre la opinión de la gente.  Pululaban comentarios como:
-¡qué asco!, ¿si ve? Esos negros comen bichos, también deben comer gente ¡qué horror!
O -«ahí están pintados los negros esos, en pleno 2013 y todavía mostrando el culo».
-«Esos negros son feroces», «se llevaron a esa pobre gente donde ese poco de animales raros, ¡qué miedo! … y la lista continúa.
A nadie le importa la verdad sobre el asunto, la historia que está detrás, los motivos de los realizadores, que una vez más se toman la palabra para decir quiénes y cómo somos mientras se llenan los bolsillos.
La mayoría solo quiere ver reafirmados sus pensamientos, que es otra de las características del pensamiento basado en reglas simples.
Sin embargo, tengo una hermana de 6 años, que ya se siente apenada al saberse identificada con ese prototipo de negrura, y eso, señoras y señores, no me parece inofensivo.
En este caso a l@s afro solo nos quedan dos opciones: o identificarnos o negarnos, pero sin saber por qué.
Ciertamente un programa, una idea, una voz que ratifique los prejuicios imperantes, será mejor recibida porque no obliga a pensar.
En Colombia nos encanta recibir más de lo mismo: no nos gusta que alguien nos recuerde la falsedad de nuestro propio mundo.
Nuestro mundo es el mundo verdadero; desquiciados, falsos, ilusorios, excéntricos son los mundos de los otros.
Muchos realities vendrán y la gente seguirá desperdiciando sus horas frente a las pantallas con cuestiones que ratifican que la pobreza no solo es material.
Sin embargo, yo entiendo que la economía en el país está difícil y hay que cogerse de cualquier cosa para conseguir el pan de cada día, así que si usted se decide, le tengo la fórmula para lograr que un reality triunfe en Colombia:
1. Identifique un tema bien trillado y que ojalá sea objeto de una política pública,
2. No se ponga filosófico, ni revolucionario; déjese guiar por el sentido común y aprenda de lo que ve en las novelas,
3. Procure que los participantes de su reality se aprendan bien el libreto y no olvide incluir en los guiones peleas bien jaladas, mujeres y hombres a medio vestir, personajes de la farándula criolla; amor y pasiones desenfrenadas que pasados dos capítulos deberán desmentirse.
Un neurótico, una histérica y un chillón que no tolera estar en el programa porque extraña a su familia, pero que a punta de bajo perfil llega a la semifinal.
4. Encierre a todos los personajes, o mejor, invente que están encerrados en un mismo espacio, haciendo énfasis en la estratificación social; grábelos y destaque con morbo los momentos picantes.
5. Tenga en cuenta que gays y negros siempre dan de qué hablar, así que no los obvie en la nómina, pese a sus preferencias personales.
6. Y juegue con los prejuicios del contexto, como si estuviera haciendo arroz, que además de lograr que las cosas sigan mal afuera, tendrá usted su minita de oro,
Acto seguido abra el bolsillo y la boca que lo que llueve es dinero.