Hay niños que quieren ser jefes de grupos armados ilegales, y no como los de ChocQuibTown.
Por Lina María Paredes García, economista. Especial para Color de Colombia.
En medio del proceso de paz, la Colombia rural, y en particular las regiones con comunidades afro, siguen a la espera no solo de un cese del accionar de los grupos armados, sino de oportunidades para la población en medio del conflicto.
Sin embargo, en Buenaventura y en muchos otros lugares, hay una munición sin estallar, que debemos desactivar. Hablo del pensamiento de nuestros menores que en medio de sus necesidades básicas insatisfechas, ven desde la puerta de su miseria cómo pertenecer a un grupo al margen de la ley les dará lo que tanto anhelan: plata para un mejor vivir.
Es triste ver cómo un niño ya no pide un balón y sueña con ser Faustino Asprilla, o instrumentos musicales para ser como los de ChocQuibTown. Lo que ven e idealizan diariamente es un mejor futuro si pertenecen a un grupo guerrillero o a un bloque paramilitar.
Pero, ¿cómo erradicar esta idea de un menor que crece en medio de la desigualdad? ¿Cómo hablarles de oportunidades cuando los rodea la pobreza absoluta?¿Cómo decirles que hay muchos que lucharon y salieron adelante, aun con discriminación? ¿Cómo explicarles que el camino hacia el desarrollo de nuestra comunidad es la educación?
Si ya de por sí explicarles es difícil, darles las respuestas y confrontarlos con la realidad es aún más desalentador.
No contamos con una política de seguridad viable. El Estado no proporciona oportunidades y el índice de miseria es muy alto.
Por si fuera poco, a las madres, que en su mayoría son cabeza de familia, las mismas condiciones las han obligado a dejar sus hijos a merced de la violencia, porque les toca trabajar lejos de ellos para poder sustentarlos.
Entonces me pregunto, si son ellas, las madres, el único forjador y aliciente de esta sociedad, que no pueden brindarles la atención, el amor, los principios y valores a los menores por su búsqueda incesante de oportunidades, ¿a quién le corresponderá?
Hablando del Pacífico, tal vez en una cumbre, en un foro o en una convención encontraremos una manera más de llamarnos negros, pero es aquí, en este panorama, donde la raza tiene que dejarse de lado.
Tenemos que ser más autodidactas y buscar hacer más y ser líderes, para que nuestro ejemplo sea el que pueda demostrarles a estos niños que aunque no cuenten con la atención del Estado, aunque la sociedad margine y el conflicto aniquile, hay esperanza para ser ingenieros, músicos, economistas, médicos, senadores y, algún día, hasta presidentes, surgidos desde abajo.
Estas respuestas nos comprometen a todos, porque la gran verdad aún sin revelar nos dice que la esperanza de la paz, que acabará el reclutamiento de menores, no puede remplazar la fe y la acción para tener una mejor comunidad.
Seguimos alzando la voz por la equidad e inclusión, pero esperamos que el proceso de paz nos traiga justicia y una reparación integral que nos devuelva la inocencia perdida de nuestros niños.