Tibisay Estupiñán prueba a «entender ese tema de ‘perderlo todo’ del que muchos están hablando».
Por Tibisay Estupiñán Chaverra, bacterióloga y escritora de vocación. @tibisayes – facebook.com/tibisayes
Millones de personas vamos por la vida caminando con la velocidad que esta nos demanda. A menudo no tenemos ni siquiera tiempo de reflexionar sobre muchas interesantes perspectivas que surgen para darnos un respiro en medio de semejante trote.
Nos hemos vuelto peritos en publicar, compartir y hasta predicar de manera irreflexiva las frases, imágenes y pensamientos de personas que evidentemente ya vivieron su proceso, enfrentaron sus demonios y obtuvieron sus propias respuestas.
Pero la práctica deja mucho que desear: mucho ruido y pocas nueces.
En un intento por -además de hablar del cuento- ponerlo en práctica, he probado entender ese tema de «perderlo todo» del que muchos están hablando.
Comprensiblemente, todos los seres humanos sentimos una necesidad enorme de encontrar «cosas» -la mayoría de veces- para acumular.
Acumulamos parejas, amantes, amigos, hijos. Acumulamos una serie de sentimientos y emociones que van ocupando cada vez más espacio en nosotros, dándonos la aparente sensación de posesión sobre otras vidas, cual pagarés o cheques al portador.
Nos hemos convertido en recicladores de sueños, esperanzas e ilusiones. Un habitante de El Cartucho o de El Obrero nos queda pendejo cuando de reciclar se trata.
Pero por sobre todo, nos volvimos adictamente expertos en reciclar expectativas -¡Qué barbaridad!-. La expectativa es la desgracia que nos impide apreciar la divinidad del resultado de lo que sucede naturalmente.
Gracias a las expectativas y a la poca paciencia y resilencia que nos han quedado del facilismo en el que hemos caído, desechamos la oportunidad de vivir procesos de renovación y crecimiento, quedándonos bajo el marco de lo seguro, de lo estable.
De lo tangible pero insatisfactorio para el alma, queriendo forzar con ignorante maquinación los sucesos hacia nuestro favor, olvidando que la «vida es un Eco, donde todo lo que va, vuelve magnificado».
Alguna vez leí que «el ser liberado solo espera lo que ocurre». Inmediatamente me vino una pregunta, ¿liberado de qué?.
Con frases como estas y unas cuantas trompadas de la vida, voy entendiendo que cada quien debe vivir un proceso ineludible con el propósito de crecer, estancarse o perecer. Sí perecer. Por muy cruel que suene, algunos morirán en el intento.
Miles de suicidas continuarán agarrados a sus miedos, a sus falsas pertenencias y al apego por situaciones, formas de vida o personas que alguna vez idealizaron o sencillamente les aterra perder.
Se mienten todos los días diciéndose que hacen lo que hacen porque no tienen más opción o posponen lo obvio para vivir infelices pero seguros.
¿Cuántos de nosotros no han vivido 25, 30 o 40 años, sino el mismo año 25, 30 o 40 veces? Esto puede sonar aterrador, pero es la historia frecuente cuando cimentamos nuestra vida en lo que «tenemos» y no pensamos en soltar ni con el más catastrófico tsunami que nos genere la conciencia.
El punto neurálgico del proceso de crecimiento del ser, es el momento en que entiende que nada le pertenece, que es un inquilino de su escenario actual, que debe sacrificar todos los «perros» que ha criado para defenderse de la realidad que teme enfrentar.
El ego, el orgullo, los miedos, la jactancia, los prejuicios, todo esto debemos perder para empezar a reconstruir ese ser hecho a la «semejanza suya» que se adaptó demasiado a lo que le vendieron y que cada huida que planeó en esos momentos de franca rebeldía y decisión, terminó por convertirse en una cita con su conformismo y cobardía.
Ponemos una descomunal fuerza en la búsqueda de riqueza, felicidad, y otros «anhelos» que vendrían por añadidura si empezáramos por ser LIBRES.
Pero para ser libres hay que quemar las barcas, matar la vaca, romper aquellas cadenas que nos inmovilizan el alma y su ímpetu, y prolongan la frustración de no hallar el verdadero sentido de estar aquí, la pasión de arder en el júbilo y el gozo de crecer, la increíble experiencia de vivir.
La sinapsis hecha después de devanarme el cerebro con las citas, imágenes y demás material que ilustran este tema me deja el sabor de que solo nos salvará de la convaleciente existencia que hemos diseñado, el PERDERLO TODO: desaprender y crecer por medio de la renovación del entendimiento, a fin de que nuestro paso por este mundo, no sea una simple mancha gris, en la colorida y majestuosa estela que representa la vida.