En vez de fanatismos y discusiones sin sentido, proponga, salga, marche, vote.

Por Lina María Álvarez, estudiante de Comunicación y Periodismo de la Universidad Autónoma de Occidente. Especial para Color de Colombia.

Para nadie es un secreto: vivimos en un país polarizado. Los de derecha y los de izquierda, los de arriba y los de abajo, los de acá y los de allá, los del campo y la ciudad.

Lo cierto es que cuando hablamos de política un fanatismo absurdo sale a relucir. Las heridas aún no sanan, el olor a sangre sigue fresco, el rencor está ahí.

Sesenta años después de la época de la violencia bipartidista, nos damos cuenta de que aún no ha terminado; sería absurdo hablar de conservadores y liberales, tal como lo es hablar hoy de uribistas y santistas.

Hace poco me topé con un exmilitar, 100% católico, apostólico y además de ello, ultraderechista –ultra, más que un prefijo, la viva muestra de un exceso-, quien en su discurso argumentaba que mis ideas no tenían valor por ser mujer:

“Los hombres son los fuertes, ustedes fueron creadas para ser madres”. Dentro de su diarrea verbal, dejaba entrever la carencia de sentido común, la ignorancia y la procaz ceguera propia de algunas masas.

Esas masas llenas de gente sin rostro, de rostros sin cara. Gente que piensa que siempre tienen y deben tener la razón.

Este hombre repetía una y otra vez que “en Colombia estamos jodidos por la guerrilla. A esa gente hay que acabarla. No hay que dejarlos llegar al poder”.

Después de 12 años de utilizar la misma ofensiva militar, sin tener los resultados esperados. Además, yo me pregunto: ¿acaso ese es nuestro único problema?

Cuando le hablaba del desempleo, la falta de oportunidades y el acceso a la educación, simplemente lo dejaba en las manos de Dios: “Pobrecitos, les tocó muy duro porque él lo quiso así. No todo el mundo nació para ser bueno”. Respecto a la vida, su filosofía giraba en torno a “aprender a defenderse, hasta matar”.

Es increíble pensar que un “héroe de la patria” sea ajeno a ella, a su gente, a su pueblo. No lo son todos, claro está. Aunque muchos lo hagan, es pecado generalizar. Eso sí, este hijo de estrato seis no ve otra solución: las armas y la guerra a como dé lugar.

Allí comprendí y reafirmé que no estamos jodidos por los políticos –siempre han robado y robarán por los siglos de los siglos, no nos digamos mentiras-; estamos así por este tipo de gente. Gente que ciega termina caracterizándose por la ignorancia propia de los fanáticos, por la dicotomía de los opuestos.

Aquí no se trata de quién tiene la razón. Hay infinidad de argumentos, la realidad no es consensuada. Aquí, se trata de trabajar por un futuro mejor; desde los diferentes espacios, generar un cambio, buscarlo y no quedarnos en la fatal agonía de nuestra realidad como país.

Ni zurdos, ni diestros, ni de izquierda, ni de derecha. No discuta sin sentido; no se queje si no hace. Sin importar el sexo, el color, el olor, somos hijos de la misma mujer, de la misma tierra, de la misma patria.

Todos somos víctimas de esta guerra sin sentido. Perpetuando el mismo modelo, llegaremos al mismo lugar.

No se trata de poner pañitos de agua tibia en los efectos, se trata de aliviar las verdaderas causas. Si quiere un cambio, proponga, salga, camine, marche, vote.