«Fue el predominio del dinero sobre la conciencia. Fue la explotación de la invalidez de la gente pobre en la campaña a la alcaldía».

Por Cicerón Flórez Moya, exsubdirector y columnista de La Opinión, de Cúcuta, de donde fue tomada esta columna.

Hay unos hechos que impactan más que otros y prenden las alarmas. Sobre todo, cuando su efecto es generalizado. Los resultados de unas elecciones, por ejemplo. En el caso de Cúcuta, los cómplices y los obsecuentes de lo que sucedió en los comicios del pasado domingo lo asumen como un triunfo y para ellos es motivo de celebración. Sin duda, es su triunfo, pero pírrico por las condiciones en que se dio.

Fue el predominio del dinero sobre la conciencia. Fue la explotación de la invalidez de la gente pobre. Fue el engaño embaucador. Toda una cadena de factores con fuerza de vientos que llevan al precipicio. Eso no es democracia. Es una falacia.

Con su habilidad de zorro sinuoso, desde su laberinto de La Picota donde paga condena por asesinato, el exalcalde Ramiro Suárez puso al servicio de la candidatura de César Rojas su enriquecida chequera para financiar la campaña que le dio mayoría sobre los otros aspirantes.

Es una manera de comprar la Administración Municipal para manejar negocios de alta rentabilidad, como ya se hizo en el pasado, sin que los organismos de control institucional o de justicia tomaran en cuenta los repetidos abusos de poder.

Esto quiere decir que los asuntos fundamentales de Cúcuta no estarán en la agenda de Gobierno. Y es posible que se ejecuten obras con el engañoso lema de “más progreso”. Pero esos proyectos corresponderán a los negocios previstos para reponer los costos de la campaña y al mismo tiempo obtener las utilidades esperadas.

No es una operación nueva. Los famosos megaproyectos fueron una fuente de enriquecimiento personal con la ayuda de aúlicos de probada fidelidad. Se construyeron unas obras, pero la ciudad siguió en atraso, errática en su funcionamiento, sumida en la informalidad y la pobreza, acechada por los grupos criminales que ofician en favor de los patrones bajo cuyas órdenes actúan y mafias con espacio para traficar.

Con una situación de crisis reconocida, lo cual impone acciones que no sean limosnas paliativas, de cara al posconflicto, Cúcuta debe entrar en un rumbo de cambio, con dinámicas correspondientes a nuevos objetivos. Una tarea prioritaria ineludible es la erradicación de todas las formas de corrupción. Esa será una prueba decisiva para los elegidos. Los que llegarán tienen la oportunidad de no repetir sus viejas mañas y obrar conforme al interés general, con ética y transparencia.

Insistir en el aprovechamiento indebido del poder es condenar a Cúcuta a repetir dolencias, cuando lo que se requiere es que la ciudad entre en el rumbo de la prosperidad en condiciones que garanticen bienestar para todos, respeto a la vida y el reconocimiento de derechos ineludibles. No es el pasado lo que debe predominar sino un proceso de fortalecimiento que contrarreste los vientos de la adversidad.

Puntada

Quienes crean en la democracia deben unir sus esfuerzos para la construcción de una corriente política que se oponga al ejercicio abusivo del poder. Hay que actuar para prevenir hegemonías nefastas.