“Dependemos de una normatividad laxa y obsoleta que no protege ni las fuentes hídricas, ni la flora, ni la fauna, ni la vida acuática de la contaminación por mercurio”, dice en esta entrevista a profundidad el ingeniero químico de la Universidad de Antioquia, PhD en Ingeniería Ambiental y Recursos Hídricos de la Universidad de Texas en Austin, y cofundador de Clean Water Science Network para América Latina.
Farith Díaz ahondó en el panorama de contaminación por mercurio en Colombia, la normatividad vigente y las alternativas para mejorar la situación. Compartió detalles de su artículo de investigación próximo a publicarse.
Reveló que, aunque es difícil conocer con certeza la cantidad de mercurio utilizado en la minería del oro, de lo que sí tenemos “certeza es de la presencia de este contaminante en el aire, suelo, sedimentos, peces y fuentes hídricas a lo largo del país”.
Sugiere que es necesario ajustar la normatividad actual y ofrecer ayuda técnica y financiera para que los mineros adopten una práctica más respetuosa con el medio ambiente y la salud humana.
Cuenta que su interés por investigar la contaminación por mercurio en Colombia inició hace 10 años cuando se enteró de la presencia de este metal en el río Cabí, que abastece a Quibdó, y el riesgo que representa para la población.
Estas fueron sus respuestas a Color de Colombia.
¿Cuál es su percepción sobre la legislación vigente en Colombia para regular el uso de mercurio en la minería?
La realidad es que dependemos de una normatividad laxa y obsoleta que no protege ni las fuentes hídricas, ni la flora, ni la fauna, ni la vida acuática de la contaminación por mercurio.
La Ley 1658 de 2013 o Ley de Mercurio planteó que a 2018 el mercurio estaría erradicado de la actividad minera; algo que ni siquiera ha logrado Brasil, país con más experiencia que Colombia en la lucha contra la minería ilegal y que hace 31 años sacó un decreto (97.507/1989) no para erradicar, sino para ejercer mayor control sobre el uso del Hg en la minería.
El asunto es tan complejo que hasta el mismo Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) reconoce que erradicar el mercurio de la minería artesanal es algo con pocas probabilidades de éxito.
El problema es que millones de personas dependen de esta actividad para subsistir, viven en lugares remotos y marginados y usan mercurio como una práctica ancestral. A esto hay que sumarle el involucramiento de grupos armados en este negocio y el contrabando de mercurio, entre otros.
Además, el Convenio de Minamata sobre el Mercurio, por su parte, no prohíbe el uso de este metal en la minería artesanal, sino que busca reducir su uso, pero que si es posible se elimine de esta actividad. Para ello, el gobierno expidió la Ley de Mercurio y formuló el Plan Único Nacional de Mercurio. Esto en los últimos siete años.
Lo paradójico es que, en cuanto a protección ambiental se refiere seguimos dependiendo de un par de artículos obsoletos que no protegen ni las fuentes hídricas, ni la flora, ni la fauna, ni la vida acuática.
Dichos artículos (Art. 38 y 45) hacen parte de un decreto que se expidió hace 36 años (Decreto 1594 de 1984) y que fue derogado hace 10 (Decreto 3930 de 2010). Los artículos en mención seguirán vigentes hasta que el Ministerio de Ambiente expida nuevas regulaciones al respecto.
¿Qué podemos deducir al comparar nuestra normatividad con la de otros países?
Si nos compararnos con otros países, algunas de nuestras regulaciones sobre mercurio son bastante laxas. En Colombia, el nivel admisible de mercurio para proteger la vida acuática es de 10 μg/L (partes por billón), mientras que en los Estados Unidos es de 1.4, en la Unión Europea es 0.7 y en Canadá es 0.026 μg/L.
De igual manera, en Colombia el límite máximo permisible de Hg en un cuerpo de agua con fines de potabilización es de 2.0 μg/L, mientras que en la Unión Europea está entre 0.5 y 1.0 μg/L.
Es decir, países que no tienen mayores problemas por la presencia de mercurio antrópico en sus ecosistemas acuáticos tienen regulaciones muchos más estrictas que la nuestra.
Recordemos que el mercurio también se encuentra naturalmente en el ambiente, pero a muy, muy bajas concentraciones. En lugares no contaminados, los niveles de Hg pueden oscilar entre 0.2 y 15 ng/L, aunque otros investigadores han reportado concentraciones entre 0.2 y 100 ng/L (nótese que ahora estamos hablando de partes por trillón, no de partes por billón). Esta información puede servirnos de referencia para determinar cuándo un cuerpo de agua está contaminado con mercurio.
Abriendo el panorama, ¿qué recomiendan los organismos internacionales frente a la normatividad para el mercurio?
En el 2006 la Organización Mundial de la Salud (OMS) cambió el valor de referencia para Hg en agua potable, pasando de 1.0 μg/L de mercurio total (orgánico + inorgánico) a 6.0 μg/L de mercurio inorgánico; esto debido, entre otras razones, a que se espera que las concentraciones de Hg orgánico en el agua sean extremadamente bajas y a que la contaminación por Hg inorgánico, como resultado del consumo agua, es poco probable.
Ahora que tenemos más información sobre el potencial impacto de la ingesta de bajos niveles Hg en la salud humana y la existencia de nuevas técnicas para cuantificar trazas de Hg en agua, puede que sea necesario que la OMS revise las decisiones tomadas hace 14 años, tal como lo recomiendan investigadores de las universidades de Norwich y Toronto.
En el 2015, estos investigadores alertaron sobre la necesidad de que la OMS reevalúe las directrices para sustancias inorgánicas tóxicas en el agua potable, entre estas el níquel, manganeso, aluminio y mercurio.
La explicación es que, aunque estas directrices se toman con base en la mejor evidencia científica disponible, en algunos casos la OMS no utiliza publicaciones recientes y no sigue prácticas estandarizadas, lo que conlleva a errores de cálculo que podrían no proteger de manera adecuada a la población.
¿Puede darnos un ejemplo de esto?
En el caso del mercurio, los investigadores de estas universidades argumentan que si la OMS hubiera mantenido el procedimiento habitual, el valor de referencia para Hg, establecido en el 2006, habría sido inferior a 1.0 μg/L de mercurio total; esto con el fin de proteger la salud del feto.
Estos investigadores también encontraron que una revisión del grupo asesor de la OMS en el 2011, recomendó bajar el valor previamente utilizado de la ingesta semanal tolerable. De esta manera, la nueva referencia hubiese sido 2.0 μg/L de mercurio inorgánico en lugar de 6.0.
Y es que la ingesta periódica de alimentos con mercurio, incluso con bajos niveles de este contaminante, también contribuye a la carga contaminante que afecta la salud humana y pone en riesgo a poblaciones vulnerables; particularmente a niños, ancianos, mujeres embarazadas y madres lactantes.
¿Cuál es su balance de la contaminación por mercurio en Colombia?
Para nadie es un secreto que Colombia es uno de los países que más arroja mercurio al ambiente. De hecho, en el 2011, un artículo del Dr. Marcello Veiga, experto en esta problemática, decía que Colombia era el mayor contaminador per cápita de mercurio en el mundo.
Según el top 20 de los países productores de oro, publicado anualmente por Thomson Reuters y World Gold Council, nuestro país ocupó entre 2016 y 2019 los puestos 16, 18, 21 y 20, respectivamente.
En el 2017, en particular, Colombia produjo 50.6 toneladas de oro (43.2 t, según cifras de la Unidad de Planeación Minero-Energética) y utilizó un promedio de 180 toneladas de mercurio en la minería artesanal y de pequeña escala (cifra estimada por el PNUMA).
Para ese mismo año, Perú (puesto 6) produjo 162.3 toneladas de oro (151.9 t, según el Boletín Estadístico Minero del MINEM de Perú) y utilizó un promedio de 145 toneladas de mercurio en la minería artesanal.
Pero hay que tener en cuenta que mientras en Colombia se estima que más del 80 % del oro producido proviene de la minería ilegal, en Perú es solo el 24 %. Lo que pasa es que este ranking no te dice si se usó o no mercurio para extraer oro.
Estimar la cantidad de mercurio utilizado en la minería del oro es una tarea difícil: no sabemos con certeza cuánto mercurio entra al país de contrabando, quién lo utiliza ni dónde, las cantidades de mercurio reportadas por los mineros pueden no corresponder con la realidad y hasta la minería legal utiliza mercurio.
De lo que sí hay certeza es de la presencia de este contaminante en el aire, suelo, sedimentos, peces y fuentes hídricas a lo largo del país, y de que el tipo de minería menos deseada, la más contaminante, la que deja un costo ambiental altísimo, es la que le permite a Colombia estar en el ‘Top’ 20 de los países productores de oro.
¿Qué alternativas existen para mejorar esta situación?
Para comenzar hay que contar con una normatividad ajustada a la realidad y no prometer lo que evidentemente es imposible de cumplir. Hay que seguir trabajando en la regularización de los mineros informales. Estos se quejan de la excesiva burocracia, del escaso apoyo técnico y financiero por parte del gobierno y del trato preferencial que reciben las grandes multinacionales.
Es necesario ofrecer programas financieros atractivos para que los mineros adopten una práctica más respetuosa con el medio ambiente y más segura para la salud humana.
Hay que tener la mirada puesta en los beneficios de regular la minería del oro y reducir el uso de mercurio en el país: protegeremos las fuentes hídricas que utilizamos para potabilización, recreación, pesca o fines agrícolas, tendremos menos áreas deforestadas y conservaremos la biodiversidad en muchos territorios.
Los efectos de la contaminación con mercurio pueden durar décadas en el ambiente, así que el país necesitará décadas de trabajo sostenible para consolidar los planes de acción que apunten a reducir el uso de este contaminante. Aunque la contaminación con mercurio ocurre en lugares remotos, de alguna manera, esta contaminación llegará a los océanos y de allí a todo el mundo.
Estamos hablando de un contaminante persistente que a veces se comporta de manera errática en el ambiente. Otros retos que hay que enfrentar son el involucramiento de grupos ilegales en este negocio y el contrabando de mercurio.
Mientras tanto, nuestro deber es educar a las futuras generaciones y ofrecerles a las familias que viven de la minería del oro una alternativa diferente para su sustento diario. Al final de cuentas las comunidades marginadas necesitan dos tipos de justicia: justicia social que les brinde oportunidades de trabajo digno, de estudio y de desarrollo sostenible y justicia ambiental que asegure la remediación los sitios degradados por la minería y les permita vivir en un entorno libre de mercurio.
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*Editó: Juan David Morales, jefe de redacción de la plataforma de comunicaciones de Color de Colombia.
**Más detalles sobre esta problemática serán divulgados en el artículo «Mercury pollution in Colombia: Challenges to reduce the use of mercury in Artisanal and Small-scale gold mining (ASGM) in the light of the Minamata Convention», el cual será publicado a finales de este año en Water International, la revista oficial de la Asociación Internacional de Recursos Hídricos (IWRA), que estudia la gestión sostenible de los recursos hídricos a nivel mundial
***Trazador misional de esta publicación de Fundación Color de Colombia: Línea estratégica 3: Mercados inclusivos y desarrollo sostenible. Iniciativa: Incidencia pública para cumplimiento de Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS 2030. Proyecto: Misión «Salud ambiental: enfrentando la contaminación que afecta la salud pública en subregiones y municipios con significativa población afrocolombiana».