Paros y más paros. Colombia se volvió el país de los paros y las marchas. Paramos porque sí y porque no. También es verdad que es casi la única forma por la cual la ciudadanía se hace sentir, escuchar y visibilizar; en consecuencia, es casi la única forma para que los funcionarios locales, regionales y nacionales se hagan presentes para prometer el cumplimiento (ahora sí) de soluciones largamente pospuestas.

Pero hay paros de paros: los de las comunidades que demandan soluciones a problemas sempiternos de muchas promesas y pocas acciones de esa, en su mayoría, clase politiquera que nos mal manda y que por lo general busca el bien personal y de los suyos (amigos y familiares).

Pero están también los paros y marchas con fines políticos y personales, los paros y marchas del ‘desquite’ que paralizan ciudades y son complemente mediáticos. De otra manera no se entiende que al presidente Gustavo Petro le hayan montado un paro sin siquiera haber cumplido los dos meses de gobierno (aunque antes de posesionarse ya los habían anunciado). El paro de septiembre del año pasado no fue sino un desquite y venganza de la derecha por todas las muchas marchas, paros, manifestaciones y desmanes de la izquierda para con el gobierno de Iván Duque.

Hay que recordar que Petro también le anunció a Duque que desde el primer día de su mandato (el de Duque) le iba a armar paros y marchas, y así fue como respuesta a los paros del Centro Democrático al gobierno de Juan Manuel Santos (encabezados por el mismo expresidente Álvaro Uribe Vélez y el en ese entonces senador Iván Duque).

El motivo de ese paro de septiembre del año pasado fue la reforma tributaria presentada por el gobierno Nacional al Congreso de la República: al final concertada con los partidos políticos, gremios, banqueros, industriales y el aparato productivo del país. Los motivos de las protestas quedaron sin sustento.

En las marchas convocadas los pasados 14 y 15 de febrero, el primero por invitación del propio presidente Petro y el otro por la oposición, el motivo fue apoyar o protestar la reforma a la salud: la cual al momento del llamado a las marchas o paros se sabía muy poco o nada de ella, pues no se había presentado ante el congreso de la República (se hizo un día antes) ni se había socializado.

Entonces tenemos que la inmensa mayoría de los que estuvieron dispuestos a marchar desde un comienzo lo hicieron sin motivos, argumentos o razones valederas, pues es imposible apoyar o atacar lo que no se conoce, simplemente por la suposición de que es bueno o malo, dependiendo de quién lo haga.

En cambio, lo que se ve es que de ambos lados están los radicales, extremistas, sectarios y fanáticos petristas y antipetristas o los uribistas y antiuribistas, que al final son los mismos. Esos que acudieron al llamado de la polarización e ideologización del debate de sus líderes y que con poco racionamiento y sí mucha pasión, odio, rencor y agresividad van descartando ideas, proyectos y pronunciamientos solamente por su autoría. Sin sospechar que estos paros y marchas del `desquite´ sirven para lanzar futuras campañas políticas ya que los líderes más radicales y extremistas tienen figuración en los medios de comunicación con miras a unas elecciones y para los medios clicks.

El razonamiento es muy sencillo, pero catastrófico para el país: si Petro y la izquierda llegaron al poder por los paros y protestas de los años anteriores, por hacer creer a sus seguidores que el país estaba al borde del colapso y la desintegración, pues nosotros hacemos lo mismo para llegar a la presidencia de la República en el 2026. El objetivo es crear desencanto, incertidumbre y sobretodo miedo (socialismo, comunismo y castro-chavismo), tratando de crear zozobra política, económica y social para que al país le vaya mal porque así, de pronto, me va bien a mí en unas elecciones cercanas o lejanas.

Porque la experiencia demuestra que son tan paradójicos estos paros y marchas del `desquite´que producen el efecto contrario. Por ejemplo, a finales de abril del 2021 las calles se enardecieron protestando en contra de una reforma tributaria que beneficiaba a los más pobres. Las protestas tumbaron a un ministro de Hacienda, el gobierno de Iván Duque tuvo que echarla para atrás para finalmente presentar otra, la cual fue aprobada. Pero, ¡sorpresa!: esta última dio menos beneficios a los más pobres del país que la que fue rechazada por la gente. En Colombia se dio el insólito caso de que los más pobres salieron a protestar porque la reforma les quitaba dinero a los ricos, para darles más a ellos.

Colombia, uno de los países más desiguales del mundo, necesita muchos cambios estructurales concertados, argumentados y debatidos con seriedad entre todos, pero los paros y marchas mensuales del ‘desquite’ y la ‘venganza’ no son la solución.