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OPINIÓN  

 

Los venezolanos tienen una misión histórica a partir de este viernes 10 de enero cuando se posesione de manera fraudulenta Nicolás Maduro como presidente del país y sea el primer paso para que se consolide por décadas la dictadura chavista en el poder (aparte de los más de 25 años que ya ha estado), al estilo de Cuba, Nicaragua, Corea del Norte, China, Irán o Rusia.

Venezuela se halla en el punto en el que los venezolanos opositores (que son la gran mayoría) hagan todo lo posible (de manera pacífica) para que el régimen chavista se vaya del poder o se quede por décadas trayendo miseria, hambre, represión y atraso a toda la población (menos a la élite corrupta y sus compinches de negocios), como ha sucedido hasta el momento.

Los venezolanos tienen que entender y saber que nadie vendrá a salvarlos: ni Estados Unidos con Donald Trump a la cabeza va a invadir a Venezuela para sacar a Maduro del poder, ni ninguna democracia occidental va a enviar ayuda militar, ni las sanciones internacionales y amenazas de cortes internacionales con denuncias de violaciones de derechos humanos van a amedrentar al régimen totalitario.

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Tal como sucedió en otras latitudes, ese trabajo le corresponde a los venezolanos. Hay que poner como ejemplos a la ‘primavera árabe’ que liberó de regímenes represivos a Túnez, Libia, Yemen, Egipto y Argelia; o la ‘revolución naranja’ en Ucrania en el 2005, o a Sri Lanka, en el 2022, cuando los manifestantes rodearon al palacio de gobierno y obligaron al presidente a huir y renunciar. Y hace apenas un par de semanas en Siria, cuando derrocaron una dictadura criminal de 60 años.

Maduro y el chavismo llegaron a un punto en el que se tuvieron que radicalizar y ya poco les interesa cómo los vea o los perciba la comunidad internacional, solo les preocupa mantenerse en el poder. Las democracias occidentales pueden presionarlos con toda clase de sanciones y amenazas, pero ellos saben que en realidad es muy poco lo que pueden hacer para que lo abandonen.

Al chavismo ya no le interesa ocultar violaciones a derechos humanos, ni las desapariciones, ni las torturas ni los asesinatos. Seguirán los pasos de cubanos y nicaragüenses y, como ya lo dije en una columna hace seis meses, las del año pasado fueron las últimas elecciones con verdaderos opositores, vendrán más detenciones arbitrarias hasta llegar al último paso: la persecución a la iglesia católica encarcelando y expulsando del país a los sacerdotes que se atrevan a cuestionarlos.

Los venezolanos opositores tienen que saber que es ahora o nunca. Ahora que la oposición cuadriplica al oficialismo, ahora que son mayoría, ahora que el régimen está completamente desprestigiado (aún entre sus huestes) o tendrán chavismo por décadas. “Es una liberación”, como lo dice María Corina Machado. Ni más ni menos.

Las protestas y manifestaciones pueden ser de manera pacífica (como logró Mohandas Karamchand Gandhi la independencia de la India del imperio británico), paralizando al país y marchando diariamente sin importar las torturas, las desapariciones y las muertes (que de todas maneras las habrá), ir a Miraflores hasta que el régimen vea que no tiene salida y convencer a los mandos medios y bajos de las Fuerzas Armadas (que también aguantan hambre con un sueldo de 8 dólares mensuales) de ponerse de su lado.

El régimen es sangriento y asesino no puede ni meter a la cárcel, ni torturar ni matar a 10.000 o 20.000 personas al mismo tiempo. El mal gobernar causó que la gran mayoría de los venezolanos sea opositora, incluidos miles de militares de los mandos medios y bajos y sus familias.

Será una lucha larga frente a un gobierno que tuvo todo el tiempo tiempo para armarse, equiparse y preparar toda clase de estrategias (tanto tecnológicas como físicas) para profundizar su régimen de terror, asesorado por los otros estados totalitarios como Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Bielorrusia y más cerca Cuba y Nicaragua.

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