Por un lado parece que sí, que viene un Nuevo Año con todas las de la ley (¿De reelección y garantías electorales?). Los cambios que se intentaron hace unos meses -frustrados por causas contrarias a nuestra voluntad-, serán realidad en el 2006.
Pero, por otro lado, como ha sucedido en los últimos cuatro siglos, parece que en los próximos 365 días la inercia mantendrá inalterables los cauces por donde transcurre la indolencia.
La historia se repite, como caricatura, algo después de los chistes iniciales: a finales de 1995 se anunciaba que ahora sí el sector de las comunicaciones tendría un “socio estratégico”, bueno, sólo para la ETB. Pero algo era algo. Hoy se proclama lo mismo para Telecom. Alguito es alguito, dicen los militantes del poquito a poco: los eternos poquitelios, como los bautizó la Gaby Posada.
En aquel entonces se decía que el socio estratégico era necesario para obtener inversiones y conocimientos. Las primeras ahora son innecesarias (si hasta la ETB o mejor, el presidente de su Junta Directiva, ha anunciado su interés en ‘ser socio estratégico de Telecom’. Plata, según los nuevos ricos, es lo que sobra). Pero los segundos ¿Siguen faltando?
Cuándo tantos alcaldes, concejales, congresistas, opinadores profesionales y aficionados, ex-ministros (y, sobre todo, ex-ministras del ramo: señoras con la fortuna de un marido afortunado que recibieron la gracia democrática de ‘tamaña responsabilidad histórica aceptada con emoción patriótica’), contralores, aspirantes, quemados, tinterillos, relacionistas y demás especimenes van por ahí emitiendo declaraciones como cualquier Alierta o Slim, sobre ‘el futuro de las comunicaciones’; parecería paradójico, cuando menos, asegurar que falta conocimiento, experticia, perspectiva global, sapiencia suma que a nivel de un niño te hayas rebajado.
Lástima que la agenda político-electoral se cruce, otra vez, con las necesidades en materia de comunicaciones. De no ser así, la solución provendría de un congreso (o algo así) en Cartagena de Indias (eso sí), en el que las fuerzas vivas y avivatas de la Nación, en pleno, sobre una agenda concertada previamente por las partes en conflicto, examine los alcances y perspectivas de una política encaminada a trazar las estrategias conducentes a la modernización del sector en procura de la legitimidad histórica, el servicio universal y el acceso social a las ventajas que las nuevas tecnologías brindan al progreso pero, ni más faltaba, con equidad.
La financiación de los eventos preparatorios –y del certamen final-, está asegurada de antemano sin afectar el balance fiscal. Las compañías móviles (a cambio de unos gallardetes), los proveedores de infraestructura (siempre que les permitan mostrar sus más recientes adelantos), los sindicatos (pero que les dejen gritar consignas) y los gremios (si pueden uniformar las azafatas con la imagen corporativa), corren con los gastos.
Sobran entidades dispuestas a asumir la ‘secretaría técnica’. Y los foros de especialistas tendrían, a no dudarlo, abundante participación: con ex-ministras, ex-directores de agendas de conectividad, ex-pertos y demás congéneres hay de sobra. Todos nacionales aunque, si hacen falta, se traen, sin costo, voceros independientes, de las casas matrices.
El temario, apretado por fuerza de las circunstancias, se arregla con facilidad. Quince minutos (máximo) para intervención de los patrocinadores. El que paga habla.
Un poco más complicado lo del concierto final (todo foro de concertación debe terminar, la palabra lo dice, con un concierto). Lo deben resolver teloneros y demás: Juanes y su uribismo de camisa negra, la social-bacanería de Vives y Regueros…algo tendrán que hacer Julito Sánchez, Casas Santa María, y los Vargitas (Mauricio, ex-ministro de comunicaciones y su hermano, otro experto, por ósmosis en la materia), en pro de ese gran encuentro.
Por fortuna, entre la Regeneración y el Futuro hay campo para muchas opciones. Apertura o encierro. Globalización o proteccionismo. Conectividad pero con demagogia: «Ahora sí que hablen los que tienen voz» O que voipien. Eh avemaría. El pasado es ubérrimo. Aunque no tanto en inteligencia como en improvisados conocedores de las comunicaciones y las tecnologías de punta, esas que nos llevaran, otra vez, al futuro en el 2006. ¡Muchas felicidades!