Lejos de los afanes de la política, los temas tecnológicos están ausentes del debate público. ¿Qué guarda el silencio de aquellos que no son tan inocentes como aparentan? Entre poderosos se prestan las mangueras para apagar los incendios.
Hace ya como 15 años -una eternidad en los tiempos que corren-, que el entonces vice-presidente de los Estados Unidos, Al Gore, propuso a los delegados de varios paìses presentes en la consabida reunión anual de la UIT, un acuerdo para compartir la Infraestructura mundial de la información y las comunicaciones.
Desde entonces, encuentros más conferencias menos, parecería que el interés de los políticos por la tecnología es pareja con la importancia de esta en la vida social. Pero no hay tal.
En efecto, una lectura cuidadosa de cualquier discurso pronunciado en cualquier lugar del mundo por cualquier político de cualquier tamaño, «vertiente ideológica», color de bandera o denominación de secta demuestra que -cuando se la nombra- la tecnología es un concepto comodìn, emitido para no dejar de mencionar el tema, con frases prefabricadas y términos trillados, que suenan rimbombamtes para no decir nada, no comprometer nada, no producir nada (excepto un par de votos más de algún ingenuo advenedizo), no inquietar a nadie (menos a los inversionistas potenciales, a los maestros de escuela o a los jubilados tan adictos todos ellos a las elecciones.
Detrás de la verborrea de los políticos, por lo general se esconde una ausencia palmaria de estudios de fondo, de análisis juicioso. Pero su silencio casi siempre guarda intenciones inconfesables no,necesariamente, por malas, sino por egoístas.
Ahora, con la temporada electoral en Colombia, Perú y Venezuela, las votaciones recientes en Haitì, Chile, Bolivia y otros países de la región parece que predomina una leve inclinación a la que llaman izquierda.
Sin embargo esta tendencia -en apariencia más progresista y amiga del avance en todos los terrenos (incluido el de la tecnología)- se manifiesta renuente a incorporar una visión «tecnológica» a sus propuestas. La derecha, en cambio, insiste en reducir el asunto a nada más (ni menos), que un problema de dotación de infraestructura (lo que, de paso, le gana el respaldo de los fabricantes e importadores de equipos).
Frente a temas como el ambiental, la liberalización del comercio, la financiación de programas de educación y salud, etc. la tecnología aparece como un elemento adicional, sin mayor importancia…como si aquello de que estamos ya sumergidos en la Sociedad Informacional no fuese más que un lema hueco, carente de sentido real y sin impliccaiones en la vida social.
Claro que, frente a la irresponsabilidad con que muchos políticos afrontan los temas cruciales, habría que pensar que, a lo mejor, conviene que no se preocupen por esos asuntos de los computadores y todos esos aparaticos que tanto furor causan, eso creen, en los adolescentes y los aficionados a las novedades electrónicas.