Hay cosas -como la población o el número de personas con acceso a Internet- que nunca se podrán establecer con exactitud. Pero es INDISPENSABLE tener cifras aproximadas, actualizadas y confiables para poder avanzar en la apropiación tecnológica.
¿Cuál es el porcentaje de población que tiene acceso a Internet? Existen numerosas formas de medirlo. Desde la simple, que multiplica los accesos en servicio (según datos de los IPS locales), por un promedio de usuarios por acceso. Hasta unas mediciones más complejas (y quizás más precisas), basadas en tráfico, estudios periódicos de usos y prácticas, equipamiento y conexión a redes.
Contar con información completa, actualizada y confiable eleva la efectividad de las políticas públicas, reduce costos sociales y facilita a los agentes (proveedores de equipos, operadores, etc.), sus actividades en beneficio de los usuarios.
Pero, no se trata sólo de acceso a Internet. ¿Cuántos teléfonos móviles están operando? Las cifras de la Comisión de Regulación de Telecomunicaciones van, por lo general, a la zaga de lo que dicen las operadoras y éstas (como se vé en las preliminares de sus balances año 2005), las maquillan para la foto según su conveniencia.
Muchas personas cuando pierden su teléfono móvil se abstienen de informar el hecho: sencillamente adquieren otra línea (mucho más cómodo y barato que denunciar en una comisaría, llamar al operador y hacer infinidad de trámites inocuos); con lo cual la noción de una línea por usuario (o un usuario por línea), pierde sustento: una cosa es que las empresas hayan vendido tantos millones de aparatos y otra, distinta, que la población tenga una cobertura de servicio equivalente.
¿Cuántos clientes tiene Telecom y cuánto representan en caso de que la venta de esa compañía ocurra, finalmente? Es probable que muchos municipios -que jamás han tenido un servicio distinto al del monopolio estatal-, anhelen tener otra opción en cuyo caso no se cuentan entre los «clientes felices» que tanto menciona la propaganda oficial.
En estos como en infinidad de casos, la carencia de información es ostensible. ¿Cómo se toman, entonces, las decisiones? De la única manera posible: a ojo de buen cubero, según la visión (larga, miope, torpe, amañada o sesgada), de quiene tiene el poder de decidir sin otro criterio que el de su propio parecer.
En efecto, a quienes ocupan (literalmente, en el sentido de ocupación que un ejército efectúa sobre un territorio ajeno), los ocupantes de elevados cargos se guían por su «saber y entender» que no siempre coinciden con los intereses de la sociedad.
Simpática situación la de un ex-sindicalista improvisado como gobernante y un burócrata convertido en empresario que anunciaron, hace unos meses con bombos y platillos, su disposición de comprar Telecom por más plata de la que ofrecía Slim y que hace unos días, sin ruborizarse, dijeron que no, que no podían, que las cifras no les cuadraban.
En otra parte, un cálculo (aproximado, como todos los cálculos), señala que si lo gastado en publicidad, relaciones públicas, cócteles a los ejecutivos de las firmas proveedoras de equipos y honorarios a burócratas ineptos se hubiese destinado realmente a aumentar la cobertura de Internet en Bogotá (para no habler del resto del país); la Capital en este momento podrìa tener un ìndice similar al de Rowberg que no es la gran maravilla de ciudad, pero al menos no padece gobernantes corruptos, ejecutivos rapaces ni pobladores insensibles puesto que no existe.
——–