«Ya que la realidad adquiere un ritmo delirante, tengamos sobre ella ideas delirantes»
J. Braudrillard
La intensidad con que se desenvolvió el 5º Simposio Internacional de Gestión del Conocimiento en Bogotá, no me dió sosiego para pensar en un asunto que tenía entre manos: el trámite de la visa Shengen para viajar participar en conferencias y eventos académicos promovidos por la editorial de mi libro en España.
Casi 2 meses antes, cuando me recibió el cartapacio repleto de documentos (entre ellos la carta de invitación de la editorial registrada ante notario público, de 15 folios, los desprendibles de pago de honorarios de los últimos 6 meses, los estractos bancarios, copias de la declaración de renta y patrimonio -no matrimonio, por fortuna, certificados laborales, de libertad y buena conducta, las estampillas y fotografìas en 3 X 4 cms a colores sobre fondo blanco no azul afeitado, sonriente, animado y peluqueado de modo que se le vean las orejas, la cara de felicidad esperanzada por un pronto regreso), la funcionaria de la agencia de viajes me dijo «despreocupese, tranquilo que eso se la dan sin compliccaiones».
Y, Bendito sea Dios, Alabada la Virgen Santísima del Perpetuo Socorro, fui favorecido por la Gracia Infnita de una Visa por 36 días (ni uno más ni uno menos), no por los 90 que había solicitado por si acaso, sino por 36 exactos, milimétricos como todo funcionario consular europeo que se precie de su buen criterio.
«Agradezca que se la dieron», sostuvo casi 2 meses después la misma empleada de la agencia de viajes que me empacó de paso y por si acaso, el seguro médico, las reservas y tarifas por 90 días. Por que en eso si no son exactos los funcionarios consulares europeos, milimétricos y tan de buen criterio.
La aprobación para Europa cuesta 1787 veces más que la de los paranoicos estadounidenses pues estos otorgan visas por 5 años al mismo precio que los aquellos por 90 días que son, en realidad 36 si uno es agradecido.
De allá para acá, nuestros invitados al 5º Simposio apenas tuvieron que tomar el avión con el tiquete y su pasaporte y asunto concluido. Que despues no digan que somos cerrados.
Hace algunas semanas -probablmente cuando yo habìa presentado ya mi solicitud cortés y comedida-, una periodista española que vive, piensa, opina y critica en Colombia como si fuese colombiana señaló que muchos académicos, empresarios y estudiantes no reciben visa de España mientras que delincuentes si la obtienen con venias y simpatía.
En una entrevista de una revista universitaria a un estudiante que decidió convertirse en ladrón de joyas, éste narra con qué facilidad obtiene un visado español a cambio de algunos euros entregados a funcionarios minuciosos, exactos, cuidadosos, escrupulosos empleados consulares guardianes celosos de las más altas virtudes y preclaros valores de la cultura occidental, cristiana y europea.
Desde allá alimentará este blog, por si a alguien se le ocurre seguir los delirios de un viaje que, antes de empezar, ya es delirante.
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