«Documentar para consolidar la memoria institucional» es una actividad que encanta a los burócratas. No tanto para realizarla por si mismos, como para imponerla a los demás en gracia a su desmedido apetito por el papeleo, los trámites, los sellos, las actas, los informes (y los costos que cada requisito lleva consigo).
Sí. A los burócratas les encanta el papel por el papel. Que todo quede escrito aunque sean babosadas, aunque no sirva para nada útil, aunque nunca nadie jamás lo vaya a consultar.
Eso sucede con la mayoría del inmenso cúmulo de documentos, folios, legajos, fólderes, memorandos, cartas, notas, copias, informes, memorias que atestan los despachos, bibliotecas (mal llamadas así), archivos, bodegas, naves, sótanos, anaqueles, baules, cajas, anaqueles, vitrinas que ocupan la mayor parte de los edificios públicos (y privados, pues el cáncer hace rato hizo metástasis en todas las organizaciones.
De un tiempo para acá los burócratas acostumbran pedir también «copia en medio magnético», pero eso en nada cambia la inutilidad de sus solicitudes: tampoco nadie usará -con fines productivos- dichos materiales.
Alegan algunos burócratas públicos (quiero decir, enquistados en la Administración Pública), que la documentación del trámite es para brindar seguridad al ciudadano, para responder a los requisitos de ley o para atender los organismos de control.
Nada más falso: es para intentar saciar la enfermiza y protuberante voracidad por lo inútil y lo estúpido que caracteriza los comportamientos burocráticos.
La burocracia es egoísta (sólo se interesa por su bienestar y supervivencia), mezquina (consume lo ajeno en provecho propio sin dar nada a cambio) y mentirosa (habla de la ciudadanía como si servirla fuese su tarea, cuando fastidiarla en su intención.
Frente al poder que emana del íntimo parentesco entre política y burocracia, no hay intención modernizadora que valga, por más que se ampare en concepciones avanzadas de la gestión y en herramientas tecnológicas idóneas.
Para comprobarlo, bastan ejemplos como:
– la compra de computadores para los nuevos congresistas
– la capacidad de muchos portales web oficiales para manejar licitaciones al antojo de los burócratas de turno
– los requisitos que imponen alguna agencias públicas a los consultores que contratan (en especial cuando no son áulicos de un prominente Padrino Político).
En estos, como en mil casos más, la papelería es prolija pero apenas sirve para alimentar la inútil memoria de la burocracia.