La ligereza con que se manejan las cifras sobre la cobertura de los servicios de comunicaciones y la infraestructura tecnológica sería motivo de escándalo en un país serio. Aquí dan risa.
Nadie sabe a ciencia cierta cuántos teléfonos móviles hay en servicio. Pero la diferencia abismal entre los datos que publican la CRT, la Superservicios, los «gremios» y las operadoras produce desconfianza hacia todos y credibilidad en ninguno.
La inexistencia de un método unificado devela una sospechosa incapacidad de las autoridades para contabilizar las dimensiones de la actividad que regulan y controlan. A su turno, los «gremios» y las operadoras cuentan con campo suficiente para manipular tarifas, planes y mercados (y por ahí a los clientes), a su antojo.
Igual ocurre, para el asombro, con las estadísticas sobre población, ingresos, seguridad social, empleo, educación. En consecuencia nadie sabe con certeza cuál es la situación REAL y las políticas terminan siendo, por eso, enunciados vagos cuya efectividad queda al capricho de cada quien.
La demagogia gana terreno. Acciones de mínimo impacto efectivo se presentan como inmensas realizaciones: como cuando la inauguración de una escuelita veredal da pie para que el presidente de turno proclame su propia »revolución educativa¿ o la ministra del ramo anuncie el fin de la brecha digital, por la entrada de un portal machuco en servicio.
Sin cifras válidas no hay diagnóstico certero y las inversiones se distraen en contra de las auténticas prioridades.
Un estado que no establece la real dimensión de sus necesidades incurre, de hecho, en la mentira y por ahí derecho en el despilfarro y en la corrupción. Las empresas y «gremios» privados -que enaltecen esa insensatez en beneficio de sus intereses egoístas- y la sociedad que permite esa irresponsabilidad se convierten en cómplices del atraso.
Y ¿Qué decir de los medios de información convertidos en simples altavoces acríticos de tal situación?
Pasan de largo sin advertir las consecuencias de no saber cuántas líneas de telefonía fija y móvil existen, cuál es el porcentaje de población conectada a Internet, cómo se expande (o no) la Banda Ancha, qué ventajas nos están sacando Ecuador, Panamá y Perú (para no meternos con los de nuestro tamaño y exponernos a una golpiza), en acceso a las tecnologías digitales, ciencia y tecnología, investigación, innovación y desarrollo.
Debe ser, supongo, que consideran superfluos tales cosas frente a cuestiones esa sí imprescindibles como las que ocupan a diario la atención práctica de los julitos, casitas, arizmenditas y demás miembros de la Corte Obtusa.

Comillas: Entre ellas va la mención a los «gremios» -de este y todos los sectores- reducidos a la condición de sumisos mandaderos de más poderosos y ocultos intereses.