«No hemos sacado todo el provecho de las TIC», aseguró hace 2 días César Alierta, presidente de Telefónica.
Se refería a Europa, comparándola con USA y China, donde el aumento de los accesos a Internet y la Banda Ancha son los factores que más inciden en el rápido crecimiento de los indicadores económicos y de bienestar.
La aseveración de Alierta tiene el respaldo de la 3ª empresa con mayores acceso del mundo: 190 millones de los cuales 78 millones están, precisamente, en Europa. Las 2 primeras son, obviamente, China Telecom y China Netcom aunque la cobertura de banda ancha es todavía muy baja en el gigante asiático.
Numerosas evidencias empíricas permiten establecer una relación directa entre la conectividad a TIC, el incremento de la productividad y de los estándares de vida.
Pero esa realidad parece ser desconocida no sólo por las élites de los países «en vías de desarrollo» si no, lo que es más preocupante, por los gobernantes del Viejo Continente.
Que las castas dirigentes de los países pobres parezcan desconocer el impacto favorable de las TIC en el desarrollo es, en cierta forma, explicable: sigue prevaleciendo la mentalidad que considera más efectivas las políticas populistas (independientemente de la tendencia ideológica, de derecha e izquierda) que los esfuerzos por modernizar las estructuras predominantes.
Pero que países con inmensas acumulaciones históricas y culturales desoigan las evidencias de la actualidad es otro cantar: su displicencia contrasta con el entusiasmo de los chinos que ya figuran al frente en algunos indicadores TIC.
En esas condiciones es probable que -antes de finalizar esta década- nos encontremos ante una suerte de bipolaridad que enfrente a norteamericanos y chinos por la hegemonía en el aspecto tecnológico, en esencia, el que determina actualmente el desarrollo.