Me temo que muchos de quienes abominan Internet por «el daño que le causa a la juventud», ignoran todo sobre la red.
Argumentos similares a los que utilizaron generaciones anteriores de padres y maestros para denostar de la televisión y la radio (e, imagino, del automóvil, el tren, los periódicos, la imprenta y los papiros), se escuchan a diario: que los muchachos ya no leen, escriben, ni hablan por culpa de la conexión.
O, que lo hacen muy mal. Hay que ver cómo escriben en los chats, el correo elctrónico y la mensajería instantánea.
No entienden los detractores del cambio que cada novedad trae consigo su propia gramática y sus propios efectos sobre el lenguaje corriente.
Quizás algunos todavía recuerden el tipo de redacción que se usaba en los mensajes telegráficos: saludos coma envia giro coma a punto de fallecer coma inanición punto tu hijo punto final
Está bien que en los nuevos medios no se siga el estilo pomposo de las comisiones parlamentarias sino -como tiene que ser- la gramática y la textualidad particulares que cada instrumento requiere y permite. Quien use un estilo solemne es expulsado de inmediato de las comunidades virtuales por troglodita y anacrónico. Y eso sí nada que ver.
Y si los trabajos académicos no brillan por su redacción (como efectivamente sucede, no sòlo entre los jóvenes sino en todo el mundo. Hay que ver la redacción de ciertos documentos oficiales), no es por culpa de la televisión o de Internet sino de una educación fosilizada, de profesores incompetentes y de un contexto que premia la estulticia e impone la escritura no como una actividad placentera sino como un castigo cruel. A punta de planas ¿quién se enamora de las letras?