El señor Juan Zuluaga, ante las dificultades para publicar sus comentarios en el anterior Blogestión, envió una nota a mi dirección de correo con interesantes comentarios sobre el tema de la educación que aquí se presentan como una especie de diálogo.
1.  “…podemos inferir que, al menos las grandes empresas (privadas y públicas) no están demasiado interesadas en invertir racionalmente en capital humano y avance tecnológico, o que la inversión o reclutamiento es más para legitimarse y adquirir prestigio. Ahora, si el ambiente cambiara drásticamente (TLC por ejemplo) ¿Se puede predecir que habría más inversión racional en estos aspectos?”
R. Los cambios que el lector Juan Zuluaga llama “drásticos”, ya están influyendo desde hace rato pero la actitud de la dirigencia (estatal y empresarial, pública y privada) no parece ser la mejor: no parecen realmente dispuestos a invertir en desarrollo de capital intelectual y tecnología.
Independientemente de la suerte que corra el TLC en el Congreso de los Estados Unidos (hasta Busch tiene dudas), esas decisiones deberían haberse tomado hace rato o en el futuro inmediato, es decir ya. Francamente no veo signos alentadores en este aspecto.
2. “¿Qué obstáculos hay que impidan que los graduados se vayan, en una buena cantidad, a fundar o trabajar en pequeñas empresas intensivas en tecnología?”
R. Este es un punto clave, que se podría resolver con programas asociativos imaginativos de modo que se reduzca el trecho entre las políticas de fomento y las acciones de emprendimiento.
Los aportes estatales son escasos y las tasas de retorno lentas y arriesgadas, a lo que hay que sumar la presión de deudas adquiridas para pagar los estudios y el respaldo nulo de las grandes compañías a sus empleados que estudian.
Es cierto que debería haber más iniciativa por parte de la ciudadanía, de los estudiantes y sus familias. Sin embargo, hay infinidad de casos frustrados por la carencia de acciones que favorezcan realmente el emprendimiento entre los universitarios.
3. “Hace un par de días apareció un artículo sobre el problema de muchos buenos estudiantes, de escasos recursos, quedando por fuera de la universidad pública
(y de la educación superior en general), por la selectividad causada a su vez por el número estancado de cupos.
El artículo era inquietante; desafortunadamente se basó demasiado en anécdotas -y las anécdotas eran criticables. Tampoco hubo mención de las oportunidades abiertas en la educación técnica o tecnológica. Una joven de Medellín quería estudiar una carrera en "Administración de Salud", pero no pudo entrar a los dos sitios que la ofrecían en Medellín. Sin embargo, me pregunto, ¿porqué no entró a estudiar "Administración", sencillamente? seguro hay más de 2 universidades públicas, en Medellín, Antioquia y el país, con esa carrera. Y, acaso ¿No hay programas de 2 años en Administración?
“Claro, criticar una anécdota puede ser inválido, pero me pregunto si eso les pasa a muchos estudiantes, que no perciben el rango de oportunidades. Y ciertamente algo pasa en el sistema de educación técnica y tecnológica, para que el número de sus estudiantes, comparado con el de los matriculados en universidad, sea tan sesgado. Desconozco datos, pero ¿Es verdad el estereotipo de la educación técnica y tecnológica plagada de Institutos de garaje?”
La falta de una oferta suficiente de educación técnica o tecnológica por parte del Estado propicia el crecimiento de instituciones privadas –conocidas como ‘de garaje’-, que en muchos casos no reúnen las condiciones mínimas de calidad pero con costos cercanos a los de universidades similares. Por eso muchos prefieren cursar estudios profesionales en éstas y no en aquellos.
Las exigencias para otorgar el registro calificado a un programa universitario cualquiera requieren entre 3 y 4 años de estudio mínimo. Quizás por eso, algunas instituciones ofertan carreras con sólo 2 años agregando un adjetivo y reduciendo, a motu propio, los requerimientos.
Encuentro en esto una fuerte paradoja: para garantizar la calidad, el Estado impone severos requisitos al registro de carreras universitarias; pero así se estimula indirectamente una educación “técnica, intermedia y superior” privada, masiva y de dudosa calidad.
Es evidente que así aumenta el número de profesionales y post-profesionales (especializaciones, maestrías y hasta doctorados). Sin embargo, el desempleo de personas con esa formación crece también. Los indicadores pueden crecer, pero eso es un sofisma mientras no crezcan las oportunidades de ocupación para esas personas.
La situación de los países ex-socialistas de Europa del Este es ilustrativa. Allí se habían conseguido altas tasas de profesionales, magíster y Ph.D., pero la crisis económica e institucional permanente terminó por quebrar el sistema.
Nota. si tiene problemas para publicar sus comentarios, favor enviarlos a center.km@gmail.com
Gracias,
Carlos Gutiérrez-Cuevas