4. “Dado el panorama, habrá motivación para que la gran empresa apoye (dinero, reclutamiento de graduados, legitimidad social) a los nuevos o existentes institutos de educación técnica y tecnológica. ¿Sería posible que las universidades ofrecieran convalidar ciertos créditos cursados en un instituto tecnológico de dos años, si el alumno quiere transferir? Tal como hacen los colleges de 4 años en los EE.UU. con los Community Colleges”.
Para que esta opción –que en muchas partes ha demostrado sus beneficios-, produzca buenos resultados, es indispensable asegurar la calidad de la oferta de dichos institutos, generar oportunidades de empleo, ingresos y formación continua a quienes adelantan estudios tecnológicos y retribuir socialmente el esfuerzo de los estudiantes y de sus familias.
Es improbable que bachilleres bien calificados opten por la educación técnica, en vez de la universitaria, si esas condiciones no se dan. Desde luego, ante alternativas cero, mejor es algo que nada. Se trata, justamente, de dar reconocimiento social y económico a quienes reciben formación técnica.
5. “En principio creo que es deber del Estado hacer que se amplíen los cupos en universidades públicas, apoyar la fundación de institutos técnicos, y en general apoyar infraestructura como bibliotecas, banda ancha en ciertos sitios, Colciencias, etc.; pero de manera realista, no creo que lo haga en el corto plazo. De pronto algunas alcaldías o gobernaciones, si mucho. Por eso hago el énfasis en la motivación de las grandes empresas, porque del Estado no espero mucho más.”
Si no es el Estado ¿Quién? Pero las políticas públicas sobre educación, ciencia y tecnología aunque en su enunciado parecen correctas, no se llevan a la práctica.
Insisto en lo del incumplimiento de las metas trazadas en los planes vigentes, en la intención de los empresarios en buscar beneficios tributarios por todo y para todo (la última reforma es criticada hasta por el ex ministro de hacienda que la tramitó en el Congreso precisamente porque sobrecarga con tributos a la clase media en vías de extinción, mientras libera las grandes empresas) y en la incapacidad de los empresarios de la educación por presentar alternativas atractivas y avanzadas.
SEAMOS UTÓPICOS
Me duele, como a infinidad de ciudadanos y muchos de mis lectores, la situación actual de la educación. Busco, sin encontrarlos, signos alentadores o indicios de recuperación.
En vez de señales de avance en educación, es visible un sentimiento generalizado de acomodamiento: la dirigencia repite las mismas viejas fórmulas sin ninguna vergüenza y designa en los cargos de responsabilidad a personas sin capacidad ni conocimientos para impulsar un cambio de verdad.
Los medios de información endiosan la mediocridad y exaltan el fracaso escolar como virtud (Ver los ejemplos de Julito y el docto Casas. Para no hablar de los locutores de programas mañaneros).
Los gremios y empresarios claman a gritos por la educación pero eluden sus deberes fiscales, piden exenciones por cualquier gasto que hacen en propaganda y pretenden erigirse en orientadores de la educación.
Pero no sólo ellos: el Gobernador de Cundinamarca, en reportaje con Yamid Amat el 11 de marzo, aseguró que renunció a un crédito otorgado por el Banco Mundial, por que esos recursos no se necesitaban, eran costosos y, lo más grave, a cambio de él se quieren imponer determinadas políticas educativas.
En las ocasiones en que asesoré la Rectoría de la Universidad Nacional pude constatar el compromiso de los rectores (Marco Palacios en su 1ª administración y Antanas Mockus) y de sus equipos por una universidad pública de excelencia, responsable con el país y creadora de alternativas independientes. No pasó lo mismo con ciertas damas y uno que otro ministro del ramo (a quienes prefiero no mencionar), en cuyo mandato también trabajé como asesor.
Si hace 12 años (cuando se produjeron la mayoría de las políticas actuales) la educación tenía tan bajas calificaciones ¿Cómo se puede calificar hoy, sin caer en mentiras piadosas?
La convocatoria a participar en la formulación del 2º Plan Decenal de Educación está abierta: considero que no será mucho lo que podamos lograr allí, pero al menos expresar nuestras opiniones servirá de desfogue y quizás nos obligue a modificar el viejo lema del 68 francés: “seamos realistas, pidamos lo imposible” por uno más contemporáneo: “Seamos utópicos, hagamos lo posible”.