Es evidente que cuanto más falta algo, tanto más se lo menciona. Y eso parece estar ocurriendo con la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) tan promocionada de un tiempo para acá por medios de información, centros de estudios y hasta organismos multilaterales.
Cumplir en principio
Toda empresa, en principio, debe cumplir los derechos humanos, la legislación del país donde opera y las regulaciones de la industria o sector respectivo, además de acatar las normas que rigen la competencia, los impuestos y aportes fiscales, la protección de accionistas y consumidores, el cuidado ambiental, etc. En caso de incumplimiento, las autoridades (y las fuerzas del mercado), deben establecer las responsabilidades, inclusive penales, y sancionar a los infractores.
La abundante literatura incluye el respaldo a la democracia, la cooperación y la rendición pública de cuentas como mecanismos de concreción de las relaciones entre las compañías y el entorno social donde se desempeñan.
La sillita de Mafalda
Para completar, el anterior secretario de Naciones Unidas, Kofi Annan propuso un Pacto Global que invita a las empresas a contribuir voluntariamente a la paz, la justicia, la equidad, la sostenibilidad, la inclusión con resultados similares a los de Mafalda parada en su sillita.
Además, por su voluntad y gusto, las empresas pueden gastar sus ganancias en obras filantrópicas, patrocinar espectáculos y artistas, donar a comunidades indígenas o grupos vulnerables, sostener zoológicos y parques, dar limosnas, etc.
Razones de más para que la tan mentada RSE resulte tan atractiva a medios de comunicación, relacionistas, publicistas, propagandistas, asesores de imagen y demás especies que hacen presencia en cuanto evento promocional se realice con el propósito de eso, de mejorar la imagen sin que, de fondo, parezcan hacerse esfuerzos consistentes para resolver los  problemas reales que afectan a la inmensa mayoría de la población.
Ejemplos de RSE

center.km@gmail.com