Aventurero de ásperas fronteras, ebrio sempiterno, sutil y escéptico, en su Diccionario del Diablo, Ambrose Bierce trae como definición de cínico: Canalla cuya visión defectuosa le hace ver las cosas como son, no como deberían ser.
¿Porqué canalla? La traducción de Felix M. Burgos (Editorial Alfacentauro, 2001) usa este término en vez del miserable de otras versiones. Pero, ni canallas ni miserables, los cínicos merecen (¿merecemos?), una reivindicación justa e inmediata.
No es hipocresía
Durante casi 25 siglos (surgió -más como forma de vida que como escuela filosófica- en el siglo IV a.c.), el cinismo propugna por la libertad al punto de suscitar la eterna para inquina de los poderes establecidos.
El lenguaje corriente confunde, lamentablemente, al cínico con su principal antagonista: el hipócrita (definido por Ambroce Bierce como: el que profesando virtudes que no respeta, asegura las ventajas de parecer lo que en el fondo desprecia).
Quizás unas comparaciones nos ayuden a comprender las diferencias entre cínicos e hipócritas (no sin antes advertir que la frase “toda comparación es odiosa” es, en efecto, hipócrita en tanto procura evitar que los peor situados establezcan sus diferencias con los mejor ubicados. Por lo menos así la utilizan estos últimos).
Hipócritas mañaneros vs cínicos avizores
Hipócritas mañaneros, Julito Sánchez y el doctor Casitas falsos propietarios de claridades frente a todo el mundo y lo mundanal incluidas la economía, la gastronomía, la política, el arte, el deporte, la moda, la diplomacia, etc.
No menos mañaneros ni menos hipócritas Gossain, Yamit y Arismendi a veces, por un provincialismo más marcado que el de aquellos, se las quieren dar de cínicos. Pero no es sino que los llame Obdulio o el propio Uribe y los alinee.
Cínicos avizores como Daniel Samper (no, en cambio su homónimo Samper Ospina, de obscura tendencia hipócrita línea 93), Ramiro Bejarano, creo que así se llama, Felipe Zuleta, desde luego Alberto Aguirre, Oscar Collazos, Antonio Caballero me llevan a pensar que los cínicos prefieren la expresión escrita (que deja huella y no se puede desmentir después con el “lo que quise decir fue que…”), a la verbal. Aunque, emisoras aparte, no hay nada más agradable que una buena conversación cínica, regada con buenos tragos y mejores comidas.
Hipocresías supremas
Las dirigencias para-terroristas, guerrillo-terroristas y estado-terroristas son todas, sin excepción, ejemplos supremos de hipocresía.
Con el cuento de querer liberarnos de las opresiones, nos oprimen. De ñapa nos acribillan, roban los escasos bienes (directamente, a través de impuestos gravosos y corrupción o indirectamente; mediante el sustracción, el secuestro, la expropiación), y aterran con bombas, crímenes, amenazas, requisas, discursos y demás engañifas que los hipócritas mañaneros divulgan acuciosamente.
Cínicas ingeniosas, en cambio, sus víctimas subsistentes, todas las gentes que, enfrentamos las coacciones y eludimos el chantaje de los terrorismos con tan escasos medios al alcance: la risa, algo de trabajo y muchas esperanzas.
El cinismo es mundano y ambicioso, como el acontista; la hipocresía parroquial y mezquina, como los concejales. El cinismo es impertinente y altivo, como besar a una mujer ajena (bella y, ojalá, mal casada con un hipócrita); la hipocresía es comedida y encubierta, como esa mujer que rechaza los besos del poeta y esconde su tristeza en tontas charlas de vecindario.