En un bello texto de 1942, León Felipe explica por qué algunos españoles hablan en voz alta. Allí recuerda las advertencias lanzadas a grito herido desde la colina de Madrid 6 años antes: “¡Cuidado, que viene el lobo!”.  Sin embargo, los dueños de la historia no las quisieron oír. Y las consecuencias aún las padece el mundo.


Y, en carne propia, las padecen los migrantes de países pobres que creyeron por pobreza, ignorancia o candidez; en la posibilidad del trabajo, el derecho y la libertad en la misma Europa que Mussolini, Franco, Hitler y sus congéneres insisten en querer ganar para el odio y la exclusión.

 

Sangre limpia

 

La Unión Europea, con el afán de protegerse de la presencia de personas indebidas, impone severas restricciones a los viajeros de otros continentes.

 

Afirman los defensores de tal actitud, que los europeos están en su derecho. Igual a como, bajo el amparo de las leyes de limpieza de sangre y de pureza racial, se cometieron infinidad de crímenes de lesa humanidad.


Donde prevalecen tales criterios, renacen la Inquisición, el nazi-fascismo, las aduanas y demás adefesios que creíamos impracticables en el mundo actual.

 

Las mismas causas

 

Sí. Es preciso recordar las oleadas de migrantes europeos hacia América (me refiero, en particular, a los pobres que se vinieron después de las independencias de nuestros países y no a las migraciones colonialistas, que son otra historia) que poblaron nuestras ciudades: infinidad de italianos y alemanes, judíos, irlandeses, españoles y portugueses desamparadas víctimas, del hambre, la escasez, las plagas y las persecuciones políticas y religiosas.

 

¿No son, acaso, las mismas causas que llevan hoy a marroquíes y colombianos, sudaneses, ecuatorianos, cubanos y etíopes a buscar amparo en los territorios donde, dicen, nacieron los derechos del hombre y las proclamas de libertad, igualdad y fraternidad?

 

¿Porqué hoy sí aceptan?

 

Hace 40 años, en París, la expulsión de un pelirrojo alemán se frustró con un grito unánime: “todos somos judíos alemanes”. Hoy, cuando los rebeldes de antaño de la vieja Europa aceptan la persecución contra los inmigrantes de piel morena y cabellos oscuros, debemos creer que, efectivamente, las bestias pardas de Hitler, siempre han estado all; pero ahora están, de nuevo, desatadas.

 

 

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