Meter el termómetro en un vaso de hielo no baja la fiebre al paciente: es mejor no confundir los indicadores con la realidad que señalan, la punta del dedo con la luna como pasa, con lamentable frecuencia, en lo que se refiere a las tecnologías de la información y la comunicación. 

¿Cuántos somos?
En nota editorial de este diario (lunes 2 de febrero, página 1-16 bajo el título 1.007
millones de cibernautas
), se afirma que, en materia de accesos, el liderato lo lleva
Estados Unidos con «163 millones de internautas», sin que se mencione a la China que -según la misma fuente citada en otros medios– tiene 179.7 millones de
navegantes.
Descuido o falta deliberada lo cierto es que, en términos relativos, los Estados Unidos tienen una tasa de acceso a Internet del 72.5% sobre el total de su población, superior a la de la Unión Europea (60%) y más de 3 veces el promedio mundial (22%).
Se calcula que Colombia cuenta con 2 millones de suscripciones a Internet y algo más de 10 millones de usuarios (23%) de los cuales casi la mitad se concentra en Bogotá, seguida por Cali. Curiosamente Barranquilla y Medellín se disputan el 3er lugar.
Medidas específicas
Un estudio que se realizó hace dos años entre estudiantes universitarios de Bogotá mostró, como era de esperar,  tasas de uso de Internet cercanas al cien por ciento. Un estudio similar, efectuado a finales del año pasado con personal de 14 colegios distritales, indica que el 85%  de los profesores y el 70% de los estudiantes son navegantes habituales. En ambos casos se estableció la importancia de los café-internet como lugar desde donde se accede a la Web.
Para no tomar decisiones equivocadas a partir de conclusiones sustentadas en datos tan específicos, convendría que los agentes involucrados en los temas digitales (autoridades, empresarios, universidades, agremiaciones, etc.), respaldaran un estudio completo sobre el Grado de Avance Digital (GAD), que anualmente se actualice y permita conocer con mayor certidumbre los hechos y tendencias que ocurren en nuestro medio.
Las cifras que presentan los organismos responsables de estos temas son, cuando existen, precarias y desactualizadas lo que trae graves inconvenientes en las decisiones que buscan, aparentemente, reducir la brecha digital.
Puede estar sucediendo que el paciente goce de cabal salud -o ya se haya ido para el otro lado-, mientras un ejército de paras-médicos se afana en meter el termómetro, las sabanas (y de paso una buena tajada presupuestal), en una piscina de agua helada.
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