Para comprobar el atraso del
Estado en materia tecnológica basta con observar el paisaje de cualquier despacho público: montañas de legajos, arboledas de sellos idénticos a los de la Colonia, una isla de computadores polvorientos de los que se sospecha -si funcionan-, que conservan intacta la primera versión de Wordstar.
Mentalidad burocrática, cizañera y perdedora
Sin embargo, lo más grave no son
los equipos vetustos sino la mentalidad burocrática, cizañera y perdedora, típica del servicio en
todas sus escalas empezando por las máximas posiciones, que suficientes demostraciones de incapacidad para afrontar los cambios tecnológicos dan a diario y que, en momentos de crisis, suelen ser peores.
De tecnología, los altos jerarcas
saben menos que los chicos (diestros en juegos y en bajar música y videos desde
el café-internet de la esquina, mientras se toman una gaseosa y hacen las
tareas escolares), a pesar de la ostentación que hacen de Smartphone que
escasamente saben leer.
Sus decisiones se apoyan -en
esto como en la mayoría de los temas-, en la ignorancia y el capricho con
disfraz de integridad: la influencia y no la efectividad, manda la parada. El
empaque sobre la eficiencia. Marcas poderosas se imponen mediante hábiles
relaciones públicas, licitaciones amañadas y tácticas FUD contra ofertas de
servicios y desarrollos mucho más funcionales, económicos y avanzados.
Omitir el deber de cambiar
Pero, observarán los lectores
atentos, si los proveedores son firmas prestigiosas, ¿Porqué ese paisaje anacrónico
en las oficinas de gobierno? La misma pregunta se hará quien confronte el monto
de las inversiones públicas en modernización tecnológica y los resultados, en
términos de servicio al público, que brindan las mismas entidades.
Trámites eternos e irracionales.
Elevados costos de transacción que terminan por encarecer las actividades,
malgastar los recursos públicos y desesperar a los parroquianos. Inutilidad de
herramientas que podrían aliviar las operaciones y desconocimiento absoluto de
los principios básicos de la gestión. Todo eso causado por el analfabetismo
digital de esa dirigencia aldeana y desconfiada que se deja descrestar con una
invitación y omite el deber de cambiar.
albricias.blog@gmail.com