Francas e inteligentes las
respuestas del secretario distrital de hacienda en una entrevista sobre el tema
clave de Bogotá: la construcción del metro. Reitera algo que ojala tanto
crítico improvisado entendiera alguna vez: aquí no hay improvisación, no puede
haberla: menos después del traspiés con el metro de Medellín cuyo costo,
cuadriplicado, aún está pagando toda la nación.


Por estrechez mental de la
élite, la capital del país no cuenta con una infraestructura suficiente para
atender eficazmente sus enormes demandas de movilidad. Tristemente, esa misma
estrechez impide a algunos admitir la necesidad del metro. Entonces fustigan
toda iniciativa de la administración distrital, sin detenerse a examinar los
pormenores de la propuesta que lanzó Samuel Moreno en su campaña y que ahora
impulsa como una de sus principales obras de gobierno.

 

El secretario de hacienda afirma
que hay capacidad financiera, que los recursos externos están asegurados, que
la capital mantiene su calificación de riesgo y que los estudios avanzan al
ritmo que permiten las circunstancias, sin pausa y con rigor.

 

Entonces, ¿qué hace falta? Sólo aclarar
el tema de los aportes de la Nación -que en ningún caso llegarán a ser lo que
recibió la capital antioqueña- y de la tasación cambiaria, ya que es inconveniente
que una deuda contraída en dólares se cubra con vigencias futuras en pesos. La
terminación de los ajustes a los estudios sobre el trazado es cuestión de
semanas.

 

Por eso son infundadas las
críticas por el «incumplimiento» del plazo para la entrega de los estudios: claro
que la mayor parte de las opiniones contrarias al metro ni son ecuánimes ni se
respaldan en argumentos técnicos.

 

¿Cuánto debe demorar la
actualización de los estudios previos, realizados cuando los flujos eran
distintos, no había TransMilenio ni tanto carro ocupaba las vías? Los
especialistas no lo pueden decir con exactitud. Menos quien -como Julito-, se
jacta de haber perdido física en bachillerato o cierto ex-ministro que fue de
cultura por no alcanzar a agricultura.

 

Sin duda, las tecnologías
reducen en forma significativa los procesos. No tanto como para satisfacer la
inquina de los enemigos declarados del actual Gobierno de la Ciudad, los que si
hay celeridad reclaman quietud y cuando hay serenidad piden ligereza… viudos de
poder, es lo que son.