El
festival de globos «Vuelos de Libertad» que se realizó en Bogotá entre el
pasado 18 y el 20 de julio podría convertirse en un atractivo de la capital a
la altura -valga el término- de eventos como el de Alburquerque, en Nuevo
México, o el de León, en Guanajuato.
En
Alburquerque (800 mil habitantes), se han elevado simultáneamente más de 700
globos aerostáticos. Se calcula que medio millón de turistas visitó -en octubre
de 2008 esta ciudad-, a orillas del mítico Río Grande que separa a México
de…México expropiado por los Estados Unidos.
Otras
proporciones tiene el certamen en León (un millón 200 mil habitantes), donde
200 mil visitantes llegan a mediados de octubre ha disfrutar de un soberbio
espectáculo: cien globos aerostáticos reposando en lento vuelo sobre las aguas
de la Presa Palote en el Parque Metropolitano (337 hectáreas).
Del concepto al contexto
El
teórico del diseño Jhon Thackara señala en su libro «En la burbuja» que la
realización de este tipo de eventos constituye un alternativa para ciudades que
no poseen atractivos naturales o arquitectónicos que atraigan el interés de los
viajeros internacionales.
Tales
eventos, dice Thackara, deben llevar de la planeación a «sentir y actuar»; de
conceptos elaborados a contextos profundos lo mismo que del diseño, en términos
académicos, producir efectos periféricos.
Los
festivales de globos cumplen esas condiciones tal como se corroboró en Bogotá:
infinidad de personas (imposible saber cuántos vieron, el 19 de julio a 39 globos volando, desde las ventanas de sus casas, autos y buses detenidos, o de pie en calles y avenidas, además del medio millón que fue hasta el Parque Simón Bolívar), conforman un fenómeno cultural y estético de hondas repercusiones.
En
efecto, las sensaciones son tan intensas que el público se siente parte
esencial de la experiencia: la observación, aunque pasiva, suscita emociones
profundas, que quieren volverse a repetir.
¡Qué no
decir de la experiencia del vuelo! La experiencia es inenarrable, sobre todo
por esa misteriosa relación que se establece con el paisaje -en esa interfase
entre el cielo y la tierra-, con la gente que desde abajo te observa y contigo
mismo reconociendo, con algo de nostalgia andariega, las calles y tramos que
has recorrido a pie.
Las
condiciones atmosféricas y paisajísticas que ofrece la Sabana de Bogotá
contribuyen a la idea de realizar anualmente este evento que en esta ocasión
sirvió de motivo al lanzamiento del Bicentenario del Grito de Independencia.