Absurda, costosa e ineficiente la pretensión de quienes
quieren imponer al Gobierno Digital una estructura más rígida y centralista
que la de la administración pública.
Absurda porque Internet no refleja la «realidad» como un
espejo; sino que constituye una dimensión autónoma, como lo sabe cualquier
escolar. Las categorías espacio temporales y las relaciones de producción,
experiencias y poder se comportan allí de manera distinta a como ocurre en las oficinas
públicas.
Ineficiente y costosa porque -a nombre de las aplicaciones
tecnológicas-, aumentan costos, plazos, trámites y, en cambio, no se brinda
rapidez, efectividad ni mayor seguridad a los ciudadanos (ni a las mismas
entidades).
Es suficiente, para conocer la visión del mundo que imponen
esos sectores, revisar la «profusa, confusa y difusa» reglamentación que
ordenan a todas las dependencias sin considerar las características
particulares, los comportamientos y tendencias del público, las condiciones que
permiten (y no permiten), las mismas TIC.
Todo un ejército de expertos improvisados, avezados
leguleyos e ingenieros de incisos y parágrafos en la tarea de imaginar y crear
su despacho ideal en la Web, allí donde el usuario para avanzar un paso tiene
que hacer una venia, validar una información o suscribir un acuerdo: el
gobierno virtual puede llegar a ser tan intrincado como el más tortuoso de los
gobiernos realmente existente.
¿Porqué no utiliz
ar, para construir esos parajes retorcidos,
la arquitectura de los juegos de roles? La variedad de personajes y situaciones
no es tan rica pero, algo se puede hacer a fin de contar con un «Gobierno Digital», donde todos los caprichos que se le ocurran a los burócratas los
tengan que cumplir los usuarios si quieren pasar a la siguiente fase…