Parece que ni los funcionarios de Planeación Nacional ni los
avaladores de los Andes y la Nacional leyeron los estudios que sustentan la
construcción de la Primera Línea de Metro para Bogotá. Esa es la impresión que
dejó en el auditorio el resumen, muy apretado por cierto, que presentaron en el
foro de la Cámara de la infraestructura los directivos de Sener y Transporte
Metropolitano de Barcelona (TMB)
.

En ese certamen (que, como era de esperar, no mereció el
interés de los medios empecinados en oponerse al Metro para Bogotá), se
expusieron los criterios técnicos, operativos y funcionales en que se basaron
los estudios y los modelos utilizados para proyectar el trazado.

 

Se trata de un trabajo impecable. La trayectoria de las
compañías que lo adelantaron no da lugar a dudas razonables. Más de mil
kilómetros de transporte urbano férreo en todo el mundo, entre ellas la línea 9
-totalmente automatizada-, del Metro de Barcelona, los tranvías de Doha (Qatar)
y Orán y participación en los estudios del proyecto para la construcción de una
red férrea entre el norte de Europa y el Mediterráneo, son sólo una parte de su
vasta experiencia en estas materias.

OPINIONES INFUNDADAS

 

Por contraste, los argumentos de quienes se oponen al Metro
de Bogotá se limitan a simples opiniones infundadas. Lo cual es, hasta cierto
punto, inevitable: ¿cómo puede emitir un concepto ilustrado alguien que no ha
tenido la oportunidad de examinar el tema con profundidad?

 

Sin embargo, cosa distinta se esperaría de personas como los
funcionarios de Planeación Nacional, los «validadores» de los Andes y la
Nacional o algunos ex-alcaldes y periodistas quienes, por su carácter de
orientadores ciudadanos, deberían explorar los estudios entregados, antes de
emitir juicios tendenciosos sobre un tema de indiscutible importancia pública.

 

Los criterios básicos señalan en primer lugar que el Metro
no es «la» solución, sino un elemento conectado directamente a otros modos de
transporte público: así se plasma en las premisas y en los resultados
entregados por Sener-TMB a la Alcaldía Mayor de Bogotá hace un año. 

Las características del componente Metro le permiten
movilizar grandes cantidades de personas en el subsuelo, lo que trae
extraordinarias ventajas en zonas urbanas densas, como la franja oriental de
Bogotá entre el centro y el norte, al tiempo que se aprovecha la disponibilidad
en superficie del sur occidente. No se trata pues, como piensan algunos
improvisados comentaristas, de un simple hueco sino que se trata de un modo de
transporte de comprobada eficacia en los flujos urbanos a gran escala.

 

DERECHO A REPLICAR

 

El Metro de Bogotá, tan como lo muestran los diseños de la
Primera Línea, encaja a la perfección con el Sistema Integrado de Transporte
Público  (SITP)
que entrará en
funcionamiento en abril del 2012 en las primeras 4 cuatro zonas de la capital, con el transporte particular y con las estructuras de movilidad de la Región
Capital Bogotá-Cundinamarca.

 

Por lo demás, el Metro conlleva importantes efectos urbanísticos
para Bogotá y responde a tendencias definidas ya en estudios precedentes que
señalan la importancia de utilizar el subsuelo para soluciones de movilidad y
transporte público en Bogotá.

 

Tesis como la de que el Metro de Bogotá no representará un
porcentaje significativo de viajes 
o no reducirá los tiempos y costos de desplazamiento, esgrimen muchos
seudo expertos a partir de sus inclinaciones particulares y no con base en
análisis racionales de los estudios que se han adelantado: así no sólo quitan
altura al debate, sino que buscan distraer el interés público en favor de sus intereses
mezquinos.

 

Por eso resulta paradójico que la encuesta realizada por El
Tiempo y la «W» entre el 24 y el 29 de junio de 2010 (justo en los días en que
los opositores del Metro encabezados por el director del DNP, recibían gran
despliegue en esos mismos medios), haya arrojado un resultado tan categórico:
¡el 68.6% de la población mayor de 19 años cree que realmente Bogotá necesita
Metro!

Vergüenza debería darle a esos «académicos», editores y
funcionarios que, apartados de la ponderación y objetividad debidas a su
condición de orientadores  públicos,
insisten en el sonsonete contra el Metro de Bogotá mientras dan la espalda a
las graves deficiencias que presenta el que consideran «modelo mundial de
transporte urbano» en la capital y en otras ciudades colombianas donde se ha
querido replicar.