Dos noticias, casi simultáneas, opacan el panorama de las
comunicaciones: la fallida licitación del satélite colombiano y el fracaso del
proceso de venta de la ETB que presenta, a pocas horas de anunciarse, graves
consecuencias en el mercado bursátil.

 

A las 9 y media de la mañana del jueves 2 de septiembre, la
plataforma de la Bolsa de Colombia colapsó por el alud de accionistas
interesados en deshacerse de los títulos de la compañía bogotana.

 

La culpa es de los
demás

 

Como es usual, los responsables le achacan la culpa a los
demás. La licitación del satélite debió declararse desierta por que el único
proponente (Great Wall Industry Corporation, de capital chino) no cumplió los
requisitos establecidos por el Ministerio de Tecnologías de la Información y
las Comunicaciones Mintic.

 

Y la ETB no pudo conseguir un aliado estratégico por que los
candidatos no tuvieron la cortesía de presentar garantía de seriedad, pese a la
vergonzosa insistencia de los directivos de la compañía capitalina.

 

En el caso de la empresa bogotana el fracaso sí tiene nombre
propio: el de quienes, de forma indecente, cuadraron las cosas para que llegara
el ansiado socio. Para no ir más lejos -en una típica jugada tinterillesca-, el
pasado lunes a las 2 de la mañana (cuando ya era evidente que no tendrían
pretendiente), buscan dar un mes más de plazo mediante la «corrección»  de un supuesto error de teclado que
aparecía en el Adendo 9.

Fácilmente se puede suponer que, respecto a la licitación para el satélite, quien fallo no fue el único proponente, una de las compañías mas fuertes del mundo en este campo y que tiene negocios en infinidad de países. El satélite venezolano, que varias veces se ha ofrecido a Colombia y que muchas empresas privadas utilizan en Latinoamérica, es de fabricación china.

Es evidente que las fallas arrancan desde el diseño mismo de
los procesos a cargo de asesorías multimillonarias para elaborar pliegos y
debidas diligencias que, enfocadas en un único objetivo, ignoran las tendencias
actuales, desoyen las alertas que se les presentan e incurren en actitudes
grotescas.

 

Recuperar la empresa

 

Incapaces para atender al tiempo diversas tareas, todo lo
apuestan a una única solución y, mientras tanto, descuidan  la gestión con graves efectos sobre la
calidad del servicio, preocupantes caídas de los ingresos y las utilidades,
que, obviamente, alejan a los posibles oferentes.

 

Tras reconocer, a voces forzadas, el fiasco y culpar a los
demás de su ocurrencia, el presidente de ETB convocó a la ciudadanía… a esperar
a ver qué pasa ¡En Cali! Hace unas semanas declaró que su única preocupación
era la alianza estratégica.

Por eso se impone una reorientación inmediata de la que, por
supuesto, debe encargarse un equipo distinto al que ha venido dirigiendo la ETB
hasta el momento.

 

La empresa debe definir claramente su perfil. Debe superar
esa exasperante ambigüedad entre pública y privada que le deja los defectos de
ambos sistemas y ninguna ventaja; por cuenta del control que ejerce un grupo de
funcionarios y contratistas movidos por la corrupción, el tráfico de
influencias y la ineptitud y de las que 
no responden ni al accionista mayoritario, el Distrito Capital, ni a los
accionistas individuales ni mucho menos a los organismos de control público.

Así como el valor del satélite colombiano está en la
posición geoestacionaria, el valor de ETB está en la red que opera y que, al
contrario de lo que aseguran esos ineptos dirigentes, adquiere creciente preeminencia
en la medida en que las comunicaciones determinan los procesos económicos,
sociales y culturales del mundo actual.