Así como el asalto al que fue símbolo del autoritarismo
monárquico marcó el tránsito hacia el régimen burgués, las acciones de Wikileaks
representan el pleno advenimiento de la era informacional.
Se trata, en efecto, de acciones de enorme impacto simbólico
y político. Acometidas intrépidas
donde la capacidad de fuego se mide en megabytes, batallas en banda ancha, trincheras abiertas en la Web y cruzadas con una intensa artillería de archivos digitales.
De una parte la institucionalidad, forrada en sus pesados discursos,
intenta proteger los trapos sucios de su diplomacia exhibidos en todas las
primeras páginas de los periódicos y en infinidad de portales, blogs y redes sociales.
La policía global procura cuidar, como es su deber, las moralidad
y las buenas costumbres en peligro. El gobierno norteamericano termina al mismo
lado del ex-coronel Chávez (quien hace poco dijo que «Internet no puede ser
una cosa libre«) y líderes democráticos -que se creían alejados de tentaciones despóticas y de censuras-, se descaran ahora que Wikileaks les quitó la carátula.
Auto-comunicación de
masas
Las tecnologías de la información y la comunicación cuentan,
desde luego. Son armas imprescindibles. Pero lo fundamental está en cómo se usan
la información y el conocimiento: para sojuzgar y manipular a la mayoría, o
para confrontar los abusos, las injusticias y los privilegios.
Wikileaks, el comando que lidera Julian Assange, actúa como punta
de lanza de vastos ejércitos conformados por millones de bloggers, hackers e
informadores que todos los días difunden mensajes y opiniones divergentes sin
que la capacidad de los poderes económicos, militares, religiosos y mediáticos
pueda evitarlo. Genuina auto-comunicación de masas (como la denomina el pensador de esta revolución Manuel Castells) que obliga a las élites a seguir la trayectoria marcada por las nuevas vanguardias.
El mando estadounidense demanda -como cualquier dictadura
tropical- que se impongan controles a fin de impedir el destape de sus
Guantánamos:
- ¿Qué los imponga la ONU espiada groseramente por Washington?
- ¿El
Vaticano enfermo de pedofilia, las iglesias protestantes cómplices del Pentágono
o los satánicos que denunció Wikileaks? - ¿Los banqueros causantes de la crisis
financiera que los enriqueció a costa de las quiebras de otros? - ¿La gran prensa que no atina a desembrollar el aguacero de archivos
revelados? - ¿Los israelitas con sus bandas criminales de Yairs
Klein?
La divulgación de los abusos de los GULAG soviéticos fue el
principio del fin del socialismo realmente existente (hoy absolutamente
inexistente). Es posible prever que ésta divulgación de los archivos
diplomáticos acumulados en el Departamento de Estado (y alimentados por espías,
informantes y agentes de todo el mundo), obligue a transformar radicalmente las
prácticas políticas propias de la modernidad.
La guerra tiene lugar
en la Web
New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y El
País han destinado a cientos de periodistas a las tareas de escudriñar,
clasificar, seleccionar, analizar y publicar parte de los 250 mil archivos que
les entregó Wikileaks.
Así, los grandes conglomerados mediáticos tuvieron que
enfrentar un dilema incómodo, por decir lo menos. Aunque terminaron por aceptar
el material y las condiciones que les demandó Wikileaks de Assange, se
reservaron el derecho a censurar algunas piezas.
La arrogancia característica de los medios (que proviene de
su íntimo y largo contubernio con el poder), tuvo que ceder para convertirlos
en altavoces, a regañadientes, del destape más grande de la historia.
Baudrillard, el otro ideólogo de la época informacional
puede sentirse satisfecho con estos hechos que están corroborando como, cuando la
guerra y la lucha de clases tienen lugar en la red, la Tradición, la Respetabilidad y el Poder son traspasadas por lo que llaman El Mal personificado,
en este caso, por Wikileaks y Julian Assange.
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P.S. Escucho, mientras publico esta entrada que el sitio Web deThe Guardian tiene problemas técnicos para acoger a los cibernautas de todo el
mundo que quieren conversar con Julian Assange. Al mismo tiempo, sabuesos de
todos los servicios secretos (¿incluido el DAS colombiano?) lo buscan
afanosamente.
No puedo dejar de pensar en Lisbeth Sanders, la hacker de
Millenium. ¿Podrá ayudarle a
Julian en la persecución que hoy lo acosa debido a su trabajo en Wikileaks? Ojala.