Abundan los equívocos en el jugoso escándalo que protagonizó el diario El País de España al publicar, en
primera página, una foto grotesca de Hugo Chávez enfermo. Equívocos que muchos desechan y, al parecer, no quieren desvirtuar.
Será por eso que calla toda la partida de acuciosos
locutores, comentaristas piernonas, columnistas mofletudos y demás fieles adeptos
a un «estilo» periodístico que sufre la ductilidad ética propia de los
reptiles.
La imagen que el
cliente necesita
Si ésta fuera una nota de prensa (y no una entrada de
blog que pretende ser una expresión personal y libre, hasta donde eso sea
posible), el autor tendría el deber profesional de contrastar la explicación
oficial del diario madrileño con la versión de «GTres«, la agencia[1]
que, supuestamente, le vendió al diario español la fotografía extraída de un
video[2]
-que antes había circulado profusamente por Internet- de Chávez en pleno shock respiratorio.
GTres, autodefine su misión como la de «servir a todos los medios de comunicación la
imagen que pueden necesitar en cada momento«. Y a fe que cumplió cuando
suministró ese embuchado de antología al «mejor periódico mundo y uno de los mejores
de Iberoamérica«.
Igualmente, habría que investigar la versión de un tal Tommasso Debenedetti, quien afirma haber entregado el susodicho video «a una agencia de Costa Rica, a la agencia estatal venezolana y a Prensa
Latina (cubana). Nunca imaginé que terminaría en la primera plana de El País«.
Una rápida
googliada
Algo que hacemos todos, echar una rápida googliada a un nombre, hecho o tema que
nos interesa, mostraría a GTres como un consorcio de paparazis especialistas en
vender ilustraciones a revistas de esas repletas con chismes de figurines, figuras y figurones.
Muy distintos a los clientes de Debenedetti: nada menos que las agencias de los principales gobiernos implicados en el
suceso: los de Venezuela y Cuba.
Un periodista curioso no dejaría de averiguar por la
participación que en esto tuvo una extraña enfermera cubana
que inició el embuchado, al decir de algunos, cuando extrajo
clandestinamente el video (o foto), de la impenetrable clínica habanera donde
atienden a Chávez.
Una mina de oro para cronistas e investigadores que
aquí podrían encontrar, bien mirada, un historia de película con precisosas espías disfrazadas de enfermeras, roban una foto escandalosa que puede tumbar a un «dictador comunista» enfermo y atendido secretamente en la Isla de Fidel.
Pero no. Mientras los guionistas dejan pasar semejante
oportunidad por sus narices, otros sí la aprovechan.
Lo que se podría llamar «la competencia» en el buen sentido,
se anticipó con fino olfato y mejor apetito, al suculento estropicio: TeleSur y Venezolana de Televisión
(VTV) habían denunciado la circulación del video al que Walter
Martínez, conductor del programa Dossier,
definió como «una cochinada
más que está siendo circulada en los medios electrónicos«.
Más allá de semejantes calificativos, se permitieron el
lujo, más discreto que arrogante, de destapar la patraña tan pronto como apareció en el sitio Web de El País.
La imagen, además de las consabidas advertencias de propiedad intelectual, exclusividad mundial, derechos de autor y ostentosa marca de agua.. tuvo
que ser descolgada ante la avalancha de trinos, mensajes, correos, foros y
protestas en la red.
Salió del aire 52
minutos antes de que se expidiera la orden de retirar la edición impresa, que
ya estaba en manos de los visitantes tempraneros de los kioscos de prensa
europeos.
Para cuando se expidió el comunicado oficial del
periódico, su derrota era ya cosa pasada. La declaración fue un acta de
capitulación donde admitían, sin decirlo, que no midieron los alcances de su irresponsabilidad ni imaginaron que la reacción venezolana fuese tan sincronizada, masiva y
perspicaz como lo fue .
Las réplicas
La manifiesta ineptitud de ese periodismo que aquí se
intenta describir, le impidió esculcar, por ejemplo, las denuncias del embajador Roy Chaderton hizo en la OEA
contra su colega panameño, que produjeron su inmediata destitución (la del
istmeño).
Allí, el venezolano aludió a la cercanía entre
opositores radicales (como Moisés Naím, autor del
«paquete económico» neoliberal que en 1989 desató la reacción popular conocida como «el caracazo»
y hoy connotado columnista de…El País) y extranjeros entre los que se encuentra el destituido delegado de Panamá ante la OEA.
Sólo con que un editor hubiese atendido la advertencia de un
pasante que había encontrado una curiosa mención al periódico: «Cada vez
que alguien en el mundo, llámese EL PAÍS, Bosé, Juanes, Willie Colón, Cochez,
Uribe atacan a la patria, la oposición lo hace su héroe«; mientras hacia seguimiento a la dinámica de las redes sociales.
Pero no. En El Pais no hay
presupuestos para pasantías. 137 redactores, entre ellos algunas de las
mejores plumas en español, fueron despedidos en medio de esa crisis que, por lo
menos para el conglomerado mediático
Prisa, no es económica sino, desde hace mucho tiempo, ética.
A los 30 mil euros que, según algunos, pagaron por la foto, hay que agregar el casi medio millón de euros perdidos en la recogida del diario impreso y en la producción de una edición corregida y disminuida.
Por su parte, Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea
Nacional de Venezuela y potencial beneficiario-afectado, trinó: «Nadie crea que la foto es algo casual, los
lacayos internos tienen su réplica en el extranjero«.
En la misma línea, las legaciones
diplomáticas acreditadas, en muchos países rechazaron con energía y
prontitud la metida de patas del periódico, mientras el ejecutivo amenazó
emprender acciones legales frente a la que llamaron: «acción temeraria, que pasará a la historia como una vergonzosa página
del periodismo mundial y se inscribe en una ofensiva sistemática del poder
mediático transnacional contra la revolución bolivariana y el comandante Chávez«.
Por los perjuicios
causados
En cuanto a las disculpas presentadas por El País a sus
lectores «por el perjuicio causado», habría que preguntar (insistiendo en lo de
aprender de los errores ajenos para evitar los propios, que deberían practicar
los periodistas) si se refería a la credibilidad, la ética o…a los negocios.
O, tal vez, a la ética en los negocios. O a ambas, en cuyo
caso sería interesante consultar a los expertos en la materia para saber si dos
comportamientos éticos equivalen a tener
doble moral. O una sola, pero plástica.
Simultáneamente, en algunas prestigiosas sedes del mundillo
mediático, las relacionistas públicas se apresuraban a celebrar con alborozo la
figuración de sus empresas entra los ganadores de los premios del Rey, es genuina coincidencia, de España.
Las palmas en radio, para un reportaje de
dudosa (algunos prefieren llamarla «exquisita»), pertinencia que constata el
arrepentimiento de una puta, luego de sufrir una estafa a manos (es un decir) de miembros
del servicio secreto de los Estados Unidos.
Es probable que al locutor laureado, insigne
figurante de Prisa, jamás se le ocurra buscar los nexos que tejen entre Cartagena, La Habana, Caracas, Madrid y otras capitales, una trama con italianos ambiguos, morenas pluscuamperfectas, torrentosos investigadores privados y espías de pacotilla, algo de lo que podría salir una divertida novela contemporánea.