Casi la mitad del país soporta una de las más duras sequías de los últimos tiempos. En la capital, en cambio, un funcionario encargado de la alcaldía dispone la venta de agua en bloque a industriales y constructores aunque, dice que se hará “a los municipios”.
Tal decisión, dada a conocer a pocas horas de la ocupación de dicho cargo, contraría un fundamental del programa de gobierno escogido en elecciones libres por el voto de los bogotanos. La gobernanza del agua señala que, para enfrentar la variabilidad desastrosa del cambio climático, el territorio se debe organizar en torno al mantenimiento y protección del elemento vital.
El auténtico Dorado
Cuando ordenó levantar 13 chozas de paja en las faldas de los cerros que presiden el oriente de la amplia Sabana cundida de bosques y lagunas, algunos en sus propias tropas se opusieron. Lo mismo haría meses después un par de invasores, todo por disputarle el título de fundador de un asentamiento en las tierras de Bogotá, el rebelde cacique local.
Con ironía de leguleyo católico antepuso el nombre de su aldea, Santa Fe, en cercanías de Granada, Andalucía, al del combativo aborigen, para designar la villa que se desplegaría en sentido sur a norte, siguiendo la extensión de los Andes, aunque atravesada en el mapa porque sí, porque a ella, levantisca y generosa, le fascina llevar la contraria inclusive a las convenciones geográficas que ponen arriba el norte, cuando todos aquí saben que arriba va la cadena donde se alojan Monserrate y Guadalupe.
Comarca revoltosa, amparo de perseguidos, arrimo de amanuenses y aposento de poderosos que los insurrectos sueñan tomarse Bogotá, como lo aprendió desde el mismo Jiménez de Quesada cuando admitió –al regreso de su muerte por sed en las llanuras de Arauca-, que su altivez sencilla bajo el cielo azul y gris hospitalario era el auténtico Dorado.
Apellidos de regidores y virreyes, engordados en la molicie del poder heredado, enfrentaron con miedo la amenaza comunera y con intrigas a las huestes del Libertador. En su republicanismo de salón florece la perfidia, se brindan con vileza y delinquen santos cínicos santos, ruedas insaciables pombos ponzoñosos, samperes urrutias, calderones, de brigares y pardos pusilánimes.
Calles inundadas
A las rebeliones que el pueblo congrega responden con traición arzobispal, complots y asesinatos contra José Antonio Galán, Simón Bolívar en la nefanda noche septembrina, Sucre, Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, Galán el otro, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal Jaime Garzón y tantos más acribillados en las calles capitalinas.
Decisiones de canapé santafereño en el rincón del club, el reservado del restaurante o la sala de la abuela. Desde sus solares de Cajicá, Anolaima o Chía ordenan las bandas de pájaros y chulavitas, carranzas y gavirias, castros y uribesvélez que riegan sangre entre Puerto Boyacá y Leticia, la Guajira, Urabá, Tumaco, Orinoquia y Chocó; con dolor en todas partes y la verdad en ninguna.
Dueña de los tribunales, comadre de la prensa, magistrada del crimen la postiza casta bogotana cambia su hipocresía por puestos, tramita contratos y coimas, negocia amanerada con delincuentes, estafadores y tinterillos provincianos desde Santander hasta Córdoba, para tumbar a Bolívar y descuartizar a Nariño.
Alianzas sanguinarias
Salen del conciliábulo latinistas en chancletas, eutiquianos con charreteras, patriarcas por latrocinio, obispos de carriel y navaja armados de argumentos para demostrar que ellos manejan las cosas a su manera: mediocre, estúpida y sanguinaria.
El despojo de ahora, anuncian con vocinglería calentana los noticieros, empezará por el agua, la más querida y valiosa de las joyas que luce la altiplanicie cundi-boyacense desde antes de que Bochica abriera una tronera en la montaña del Tequendama para descargar los torrentes límpidos hacia el Río Grande.
En adelante, según dispone el impostor que ocupa las oficinas del Liévano por decisión del conciliábulo, el agua se entregará en bloque a las industrias embotelladoras, a los cultivos intensivos y a los constructores para que apiñusquen de miseria los umbrales de la capital y engorden sus inmensas ganancias, afirmadas en alianza con paramilitares, traficantes, corruptos y delincuentes de todas las latitudes.