Toda la tarde del lunes festivo ocupada en recuperar algo tan necesario hoy como la señal wi-fi: una expedición por las sendas más tortuosas del océano Internet. Cuando el naufragio deja de ser una metáfora y se convierte en realidad, los corsarios acometen, al amparo de la patente de corso otorgada por el estado, con tal encono que avergonzarían a todo buen pirata.
Cuando la caída de la señal no afecta la línea telefónica fija, ésta puede servir para pedir socorro justo sólo a quien debe suministrarlo como parte de su servicio: la empresa operadora que al vender hizo promesas, por lo general incumplidas, de velocidad, seguridad y buenas tarifas.
Más que contestar llamadas
La empresa operadora no es poca cosa. Buque insignia de una de las poderosas flotas que merodea por los mares del sur, habla por la voz amedrantada y pretenciosa de una jovencita que inicia sus ensayos en las arduas labores de la atención al cliente.
Dubitativa, fue atraída con la oferta de un trabajo sencillo, la chica entiende que esto es más que contestar llamadas de clientes inconformes, pulsar ciertas teclas del computador y ocupar la cabina: su mínimo puesto de trabajo. No ha tenido suficiente tiempo para amistarse con los colegas, pedir ayuda y obtener, ojalá, algo de cariño.
Tal vez por eso insiste en revisar los datos del reclamante quien, a la deriva, lejos de puerto amigo o isla incierta, decide cultivar la paciencia. La chica avanza lenta pero con persistencia.
Por fin entra al sistema de la empresa y, desde allí, a la vía que conduce hasta los dispositivos del abonado quien, en su inconexión, supone la angustia de los carros de regreso a la ciudad tras un fin de semana en provincias olorosas a frutas y lluvia vaporosa.
Anomalía en los datos del abonado
Un descuido mínimo, perceptible sólo por sus consecuencias, interrumpe la llamada en el preciso momento en que la joven empleada intenta dar un nuevo nombre al enlace roto en cualquier punto de la red que conecta al cliente con el mundo, con su mundo.
Insistir no sirve para reanudar el proceso con la aprendiz. Un individuo, al parecer más experto que la novata, se hace cargo del asunto con pericia. Su primera pregunta es precisa, pero inquietante ¿Cuál de dos servicios está fallando?
¿Dos? Si. El experto dicta lo que dice su pantalla (al lado de los datos personales del abonado que la chica tanto insistió en verificar). Algo anómalo es que la dirección del inmueble -ni el número de celular de enlace-, coinciden con los datos del suscriptor que muestra preocupación
La sospecha se mueve como un gato entre los escombros de un buque, glorioso en otras épocas, que ahora hace aguas. ¿Quién es el otro que quizás esté recibiendo indeclinable su señal de wi-fi? Una línea de acceso a Internet montada clandestinamente sobre la original y única ¿Con qué finalidad?
Una extraña otra cuenta
Interceptación de correos y exploraciones, espionaje, extracción indebida de información, intromisión en el fuero individual, conculcación derechos a la libertad personal, la intimidad, la libre comunicación y la información, cosas que ¿Quién quiere y para qué le sirven más que su dueño?
Al pedido de más información sobre esa extraña “otra cuenta” (de la que apenas tomó nota de datos recordados a volandas minutos después), respondió el silencio alterado de quien sabe que se le fue la lengua de más, hasta terrenos movedizos. Y el consabido ruido de una llamada que concluye.
El afán de averiguar qué ocurre confunde la búsqueda de las facturas de meses anteriores. Una rápida mirada indica que hace cuatro meses el monto aumentó en una buena suma en razón a la ampliación de la oferta de televisión que el suscriptor jamás ordenó a menos que…¿es posible que cuando el cambio del módem por uno más robusto…”
Planteamiento táctico
Por extraña coincidencia, en el mismo momento coindicen tres hechos que antes no tenían porqué verse como parte de una misma trama: la señal de wi-fi nunca fue la de antes a partir del cambio de módem que decidió la empresa en forma unilateral. A partir de ahí aumenta el monto de la factura a pagar y parece que alguien opera una conexión sobre una línea ajena.
Ese sinfín de razonamientos hace que la llamada siguiente se plantee tácticamente dada la posible intrusión de extraños. Es imperioso tratar de averiguar cómo han manipulado las cosas en evidente lesión del suscriptor legítimo.
Quien atiende ahora, responde con suficiencia. Averigua, constata y recomienda afrontar los hechos uno a uno. Primero, la cuenta furtiva oculta entre los enlaces inalámbricos, los paquetes de datos, los caracteres electrónicos.
Los datos han desaparecido. Nunca se sabrá nada del misterioso episodio. Nunca habrá respuesta a esta petición, solución a este reclamo que quedará en el fondo del limbo donde las grandes empresas guardan información incómoda de sus clientes.
Sin embargo, aquí el incidente marcaría el comienzo de una aventura que ellos no podían imaginar aquella tarde del lunes festivo perdida entre llamadas para recuperar el acceso a Internet.