Complacido –como tiene que estarlo-, luce el ministro de las TIC cuando los periodistas lo entrevistan sobre los resultados de los programas que lleva a término su cartera.
Cartera suculenta la del MinTic: consiste en un (desconocido para el público) “fondo”, alimentado en buena parte con las tarifas que pagan los usuarios por comunicarse o recibir a través del espacio electromagnético, es decir: radio, televisión, telefonía fija y celular e Internet.
Autopistas sin atractivos
Desde 1998, dicho “fondo” se convirtió en la única -y cuantiosa- fuente presupuestal para regar cables, torres y aparatos por todo el territorio nacional y, luego, a abrir kioscos y regalar tablet a escolares (si boyacenses, mejor), para satisfacción del ministro del ramo.
Pero, (el regocijo del ministro tiene un pero, según su propia confesión. Un lunar), aún el país no produce suficientes contenidos. Mejor dicho, no hay temas atractivos suficientes como para animar a la gente a hacer más llamadas, enviar más mensajes o remitir más cartas (costumbre, como los telegramas, ya casi desaparecida).
La falta de contenidos es, pues, grave. Sin contenidos (es decir, sin temas que aviven los intercambios entre la gente) decaería el tráfico de señales por las redes aéreas, subterráneas y subacuáticas del país. Las autopistas informacionales, las redes de cable ópticos y las cuotas satelitales, caerían en desuso por una pobre oferta de información atractiva.
Para evitarlo, hay que lograr que más personas estén más tiempo conectadas, pegadas al celular o al televisor, que intensifiquen los dispositivos que adquieren. Para eso el gobierno controla que las empresas de comunicaciones brinden servicios de calidad aceptable.
La ecuación: “más comunicaciones dan más plata al fondo que tendrá más presupuesto para financiar programas oficiales que induzcan más comunicaciones” puede verse como una espiral infinita cuando se advierte que, por ejemplo, la cifra de líneas celulares en funcionamiento, supera la población total del país en más de un 6 por ciento.
Es evidente que la gente se comunica cada vez más a través de aparatos idénticos a los que proliferan en los mercados de modas y que con tanto gusto reseñan las secciones de “ciencia y tecnología” de noticieros, revistas y periódicos.
Útiles y provechosos
¿Para qué más contenidos -se preguntarán algunos-, si la Web los tiene en infinito y los suministra inmediatamente, a costos irrisorios y en forma, por lo general, segura?
Otros, por su parte, dirán que eso no es suficiente, que la capacidad de las redes instaladas en el país está lejos de coparse y, por eso, son urgentes proyectos que permitan aprovechar esa capacidad para generar “oportunidades de negocios”, como se dice en la jerga comercial.
Incontables expertos contratados por el ministerio -y pagados con recursos del mencionado fondo financiero-, se enroscan pensando cómo generar contenidos: convocar concursos de ideas es lo máximo que han podido hacer. Eventos que sólo tienen de malo que nadie sabe cómo poner en práctica después a las propuestas ganadoras.
Quien por casualidad pille una forma de hacer plata rápido y fácil manejando con originalidad contenidos, seguramente prefiera intentar ponerla en práctica por su lado. Si carece de los recursos suficientes para probar prototipos, perfeccionar desarrollos o programar lanzamientos vaya y verá que por el lado del ministerio es imposible.
Se trata, obviamente, de innovaciones que compiten con los millones de aplicativos, la mayoría gratis, que ofrece la Web y con atributos mejores y distintos a los que ya brindan las redes sociales.
Fórmulas de esas volvieron multimillonarios a los creadores de Facebook o Twitter, pero convirtieron a un muchacho genial, Aaron Swartz, en víctima de una feroz persecución que lo llevó a la muerte.
Iniciativas concretas
En vías a que la gente tome posesión de los avances tecnológicos y los incorpore a sus relaciones y procesos económicos políticos y culturales hay mucho por hacer siempre que el ministro Tic (de cuya persona dependen las decisiones en este asunto), adopte una forma de pensar compatible con el sentido de los cambios actuales.
El MinTic debería empezar por observar cómo se dan esos cambios en un contexto en que la ciudadanía que va adelante de políticas y programas estatales y privados regidos por un tardío pragmatismo decimonónico.
Observar los usos y las prácticas que las comunidades hacen de las tecnologías, para saber qué debe hacerse para consolidar iniciativas concretas y prácticas. En muchos casos, es suficiente que el estado simplemente publique cierta información, elimine un trámite o avale una acción popular.
Para comprobar si el interés del ministerio es serio, una sencilla prueba consiste en ver cuánto se demoran en atender una solicitud de reunión para exponer, qué se yo, tres (3) ideas generadoras de contenidos provechosos, más las que vayan sumando los seguidores de este blog…