Por los medios globales – la Web, las cadenas televisivas, los periódicos gratuitos en las esquinas citadinas, las emisoras pachangeras y los anuncios parroquiales-, se propaga la noticia de que a Grecia llegó el comunismo.
Al parecer, el fantasma ha despertado otra vez en su largo recorrido. Aunque ahora más parece un demonio, por la facilidad con que adopta el aspecto que convenga a sus propósitos malignos.
Los griegos, que se creían sin esperanzas y con la dignidad pisoteada, apoyan con entusiasmo al fantasma redivivo en Syriza, la organización política que les da razones para enfrentar, con el heroísmo de los desamparados, a la élite nacional responsable del desmadre en que cayó el país desde fines de la Segunda Guerra Mundial y a su aliada, la Troika formada por el fondo Monetario Internacional, el Banco Europeo y la propia Comunidad Europea.
Entre las mil caras que presenta Syriza se destaca una legión de mujeres y hombres -entre veinteañeros y sexigenarios– ferviente, estudiosa, crítica y amable que, entre otras cosas, se dedica a desmenuzar con argumentación implacable las duras realidades de un pueblo lacerado por la pobreza e irritado con las “horrísonas bravatas” que dan como respuesta olímpica, los conductores de las finanzas mundiales.
El responsable de las políticas económicas de Syriza y actual ministro de finanzas del gobierno de Tsipras, Yanis Varoufakis, sale a escena: un pasillo de las oficinas de la Unión Europea en Bruselas. De inmediato lo rodea una serpentina de comunicadoras que compite codo a codo con inquisitivas académicas y ponderados secretarios por una selfie–ese autógrafo digital-, a su lado.
Luce desenvuelto, lejos del aspecto enervado y tenso de los plenipotenciarios de 18 países europeos que suben con cabeza gacha a las limosinas alienadas en la vía vigilada por un escuadrón de uniformados y policías de civil. El ministro griego conduce una funcional moto japonesa, de bajo consumo en combustible y fácil de aparcar.
Las respuestas de Varoufakis : ágiles, profundas e impactantes, parecen campanadas de alerta a las conciencias somnolientas y dicen mucho más de lo que se les escucha. Su eco proviene de aquella época en que, cuenta la historia, parecía dominar un monstruo que se creía capaz de deglutir toda la riqueza del mundo.
El Minotauro global
El Minotauro global empezó a declinar cuando comenzó el derrumbe de las pirámides financieras construidas sobre el artificio de un capitalismo boyante, a fines de 2008. La cuestión es sencilla aunque las explicaciones casi siempre la vuelven ininteligible para la gente de a pie.
Wall Street es decir, el sistema financiero estadounidense, en la década de los 70 se convirtió en un enorme mercado de dinero donde invertir con poco riesgo las ganancias que los capitalistas de muchos países obtenían por vender sus productos a los consumidores estadounidenses.
En otros términos, el sistema financiero estadounidense irriga y se nutre de los déficits comercial y público de USA: ofrece créditos a los consumidores para que lo sigan siendo, inyecta capital a las corporaciones en el mercado accionario y mercantiliza los bonos del tesoro.
Cuando, por diversas razones, las ventas caen, los exportadores disminuyen sus ganancias y, en consecuencia, reducen sus inversiones en los Estados Unidos que, al mismo tiempo, busca desesperadamente circulante para mantener el ritmo de la economía.
Ante los débiles controles estatales, conforme ordena la ideología neoliberal gobernante en las últimas décadas, aparecen unos audaces mercaderes que captan dinero con la promesa de retornarlo más una alta rentabilidad que, llegado el momento, no pueden pagar ya que el dinero no crece al mismo ritmo y sin cesar.
La primera pirámide, generalmente pequeña, se lleva consigo a las próximas hasta llegar a la gran pirámide de las pirámides en cuyos recovecos anida el corazón insaciable de la bestia: “a partir de ese negro momento, la resultaría imposible a la economía mundial recuperar posición: y no podrá hacerlo en lo venidero, sin un Mecanismo de Reciclaje del Excedente Global (MREG) que venga a reemplazar al Minotauro Global herido de muerte”, sostiene Varousakis en el libro que publicó en 2010.
Voces duras
Entre las medidas tomadas por el gobierno del 1er ministro griego Tsipras está el aumento de 2 mil millones de euros en gasto público que tiene asustados a los magnates y dueños de jugosas cuentas en paraísos fiscal, lo mismomqueca banqueros y dueños de los medios de comunicación.
Los canales privados de televisión en Grecia usan el espacio electromagnético mediante una licencia otorgada y renovada periódicamente gratis por el gobierno de turno. Así funciona desde la caída de la dictadura de los coroneles en 1974.
Por eso las cuentas de los canales de televisión en Grecia arrojan saldos fabulosos que, además, están exentos de todo gravamen. Es pulpa. Y sólo tributan sobre el 20 por ciento de los ingresos publicitarios que, en gran medida, provienen de los mismos propietarios de los medios.
Syrisa sabe de lo que es capaz esa maquinaria propagandística al servicio de los conglomerados económicos pues esa le trastocó el triunfo electoral en 2012, cuando dicha formación política encabezaba las encuestas de opinión.
¡Traidores! Es quizás por eso que los medios acusan a la dirigencia de Syrisa y, en particular, al diabólico ministro Varoufakis: por reducir sus privilegios, por negar los compromisos de honor, la palabra empeñada en las condiciones impuestas por la Troika y por soliviantar el espíritu de los griegos hastiados de alimentar a la bestia con su sangre y la de sus hijos