Un argumento de hace 16 años, cuando la primera alcaldía de Peñalosa fracasó en su intento por vender la ETB, afirmaba que la empresa no tenía en ese momento la capacidad necesaria para «competir con posibilidades de éxito en el mercado, dinámico y complejo, de las telecomunicaciones».

Si no se vendía, repetían entonces los voceros de la privatización, en pocos años la empresa se vería abocada a su desaparición.

Sobrevive, a pesar de los tarascazos

Hoy, lejos de desaparecer, ETB presenta balances sólidos en casi todos los rubros. A pesar de los tarascazos que ha sufrido de las sucesivas alcaldías (desde la segunda de Antanas Mockus, cuando transfirió fraudulentamente las acciones de Comcel) hasta la de Gustavo Petro (quien reforzó la tercerización de su fuerza laboral); mantiene una posición significativa en algunos segmentos del servicio.

En otros, aunque fue pionera, nunca fue dominante. No es fácil, para nadie, pasar de un entorno de cuasi-monopolio a un enfrentar contendientes sin escrúpulos, con muchos y protegidos por sus cómplices en las esferas de gobierno nacional y distrital…mientras a ETB le ataban las manos a la espalda.

Además, las comunicaciones han crecido prodigiosamente, se han diversificado. Y ETB está ahí, como factor clave.

Valor estratégico

La infraestructura de redes de ETB es la más completa del país y una de las más importantes del hemisferio. Con una alta proporción de fibra óptica, llega a la totalidad de los predios de Bogotá y brinda magníficas interconexiones globales a través de su tupida urdimbre de canalizaciones subterráneas, cable aéreo, armarios, postes, torres, señales satelitales y fibra submarina, etc.

Ninguna otra operadora en el país posee la capacidad de transmisión que posee ETB en Colombia -y que los otros usan muchas veces sin pagar los cargos correspondientes.

La enorme red de ETB representa, pues, un formidable valor estratégico. Al privatizarla el país perdería por completo el control de un recurso fundamental en el mundo moderno.

Por eso, aún en el caso de que ETB fuese “un competidor menor” y que tuviese las tales desventajas tecnológicas y financieras que le asignan (sin conocimiento de causa y con intención torcida) Peñalosa y sus compinches: los medios de información, los círculos financieros, la vicepresidencia de la república y demás áulicos neo-liberales, NO se justifica su venta.

Interesados en su desaparición

En el complejo mundo de las comunicaciones de hoy, hay empresas con pocos abonados que, sin embargo, registran ganancias fabulosas. Otras que necesitan millones de usuarios para existir a duras penas. Ardila Lulle tiene una minúscula (frente a Claro o Movistar), empresa de telefonía móvil, Uff, cuya rentabilidad es cosa de ver.

Pero ETB ha logrado resistir los embates de los poderes interesados en su desaparición. Poderes que involucran a nada menos que gente como Slim, Telefónica y Sarmiento Angulo, junto a gobernantes y funcionarios mañosos entre otros: recalcitrantes uribistas, adeptos mockusianos, garzones protervos y todo el carrusel de la contratación.

Aferrados y corruptos

También los sindicatos tienen cuota de responsabilidad, igual que las juntas directivas y los altos funcionarios desde Regueros y Orozco, pasando por Ordúz, Kathan y el actual: incapaces de comprender el fondo de la cuestión, encerrados en discursos ideológicos sin fundamento técnico ni científico, guiados por órdenes superiores, en busca de ventajas y canonjías en beneficio propio. Aferrados a la corrupción y contrarios a las realidades de hoy.

Peñalosa fracasó rotundamente en su primer intento en el año 2000. Antes, ninguno había llegado tan lejos en la intención de vender la totalidad de la empresa, si bien se procuraron “privatizaciones” parciales a través de truculentas operaciones y de decisiones erróneas, que comprometen la responsabilidad desde Jaime Castro hasta el mismo Gustavo Petro (el traslado del fondo pensional, el despido de directivos sindicales por denunciar la corrupción y el aumento de la tercerización fueron perpetradas bajo el lema de «Bogotá Humana»).

Hace 20 años, Peñalosa logró que el Concejo de Bogotá aprobara la venta de acciones ETB. A su favor jugó la conversión de la Empresa en compañía por acciones (todas en manos de entidades públicas distritales), que adelantó Paul Bromberg.

Amigos de los concejales que votaron a favor de la propuesta peñalosista obtuvieron importantes contratos de mantenimiento de redes, cuya gestión se adelantó por órdenes de Alfonso Gómez Palacio y Sergio Regueros Swonkin.

Gómez es, en la actualidad, presidente de Telefónica Colombia, desde su juventud fue miembro del entorno de Peñalosa; quien se lo traspasó a Uribe para acabar con Telecom, tarea que cumplió con ayuda de las fuerzas armadas y la asesoría de Fabio Echeverry Correa, de cuya trayectoria la prudencia aconseja no entrar en detalles.

Sergio Regueros terminó -luego del fracaso de la venta de ETB en la primera alcaldía de Peñalosa-, como empleado en Telefónica y formó parte de la comisión de empalme con la administración saliente de Gustavo Petro.

En su propuesta de plan de desarrollo 2016, Peñalosa sostiene que ETB “perdió su papel como operador dominante del mercado y pasó de ser el líder a seguidor de los competidores privados en precios y tecnología”.

Vuelve a exhibir su ignorancia pasmosa de eso que llama “el mercado de las comunicaciones”. Desconoce la existencia de la Galaxia Internet, el vertiginoso crecimiento de la telefonía móvil. Los protagonistas hoy se llaman Google, Whatsapp, Twitter, Facebook.

Operadores como claro y movistar en telefonía móvil han crecido, entre otras cosas, a punta de adquisiciones, como las que hicieron de Comcel y Celumóvil.

Y pensar que ETB fue fundadora y accionista principal de Comcel. Más tarde, sus acciones pasaron por debajo de la mesa a manos de Slim y sus secuaces. Eso fue durante la segunda alcaldía de Mockus, cuando ocupaba la presidencia de ETB un tal Pablo Orozco.

Orozco, es bueno recordar, entregó gritas la infraestructura de redes a Codensa-Engesa representada en los postes que ocupan el espacio público de la ciudad.

De manera que, en el mundo “ideal” de Peñalosa -cuando una empresa pública no es dominante- debe venderse a sus competidores. ¡Qué pequeñez argumentativa! Sólo que detrás de semejante argucia están los mismos cerebros, grises, que regalaron Telecom a Telefónica y se convirtieron luego, en directivos de la española en un vergonzoso tráfico.

Personaje como Gómez Palacio y Regueros Swonkin, asesores en las sombras de Peñalosa, ejemplifican una clase que –contra toda consideración- traspasa la propiedad de los bienes públicos a empresas privadas; a cambio de beneficios para sí. ¡Qué degradación!