No bien termina de limpiarse el sudor de la última etapa, la de Madrid, le caen de sopetón 3 personajes con ínfulas propias de los patrones, los dueños del aviso, los duros del paseo: los que mandan y punto.
En esta oportunidad sonríen orgullosos y, paternales, palmotean los hombros del joven con rasgos indígenas. “Bien muchacho. Gracias. Gracias, muchas gracias”, dice el que parece de más jerarquía. Los otros 2 asienten sonrientes, orgullosos compinches.
Escape a la justicia
César Alierta llegó a la presidencia de Telefónica en julio del 2000 nombrado en el cargo por su amigo José María Aznar, a la sazón presidente de España.
Venía de privatizar Tabacalera por lo que ganó un par de millones (de euros) aunque más ganó con el tráfico de información privilegiada. En julio de 2009, una juez, Manuela Carmena, lo declaró culpable, pero el delito había prescrito.
Sus conexiones con la elite pro-franquista del Partido Popular y los borbones le permitieron mejorar de cargo, al paso que eludía la justicia. Por orden de Aznar reemplazó a Juan Villalonga en la presidencia de Telefónica.
Cuesta de subida
Tan pronto se hizo al cargo, a mediados del 2000, Alierta suspendió la compra de ETB: no le dieron claridad sobre su participación en ese negocio. Fue cuando Peñalosa dijo que la venta había fracasado porque Telefónica temía el clima de inseguridad reinante en Colombia.
Pero después, en abril de 2006 el gobierno de Uribe culminó con éxito la entrega de Telecom al capital extranjero. En esa operación –todo un agravio contra los intereses nacionales-, destacó la destreza de Alfonso Gómez, un codicioso abogado que hoy exhibe su zalamería al lado de Alierta, su patrón desde entonces.
Como resultado de la vil entrega de Telecom a la firma española, más de 10 mil familias de colombianas quedaron sin sustento. Una década después, los pensionados de Telecom siguen en la incertidumbre. Alfonso Gómez, sin vergüenza, recibió a cambio el puesto de gerente de Telefónica y ahí se mantiene. Inconmovible.
En la actualidad ocupa la presidencia de la asociación colombiana de industriales. Su afinidad con políticos, magistrados, periodistas y otros personajes ligados a la corrupción y al paramilitarismo, le ayuda a mantener oculto el papel efectivo que jugó en esos episodios.
El 3er hombre
La designación de una persona sin antecedentes ni conocimientos en la actividad diplomática es asunto corriente. Por esa nadie se sorprendió con la designación de Alberto Furmanski, un ocurrente y anodino ingeniero y comerciante de origen judío, en la embajada de Colombia en Madrid: la ocupa junto a su mujer, una reconocida aficionada al arte, hace menos de un año.
El 3er hombre al lado del campeón de la Vuelta a España se conoce por su chispa humorística y su cercanía con el presidente Santos, quien lo convirtió –como a muchos de sus amigos de póker-, en diplomático.
Lágrimas y sudor del campeón
Nairo recibe las congratulaciones de los 3 personajes que llevan la efigie de una paloma blanca en la solapa del blazer azul que los uniforma. El joven deportista va de rojo, como lo impone el protocolo de la competencia creada en los años que antecedieron al golpe franquista contra la República en 1936.
Sus rasgos, graníticos y altivos como las montañas andinas donde se crió, revelan integridad. Un mohín irónico cruza por momentos sus labios secos. Luce fresco, aunque acaba de recorrer 3 mil 315 kilómetros, antes que los 197 competidores restantes.
Cumplido el trámite de rigor, los altos ejecutivos se alejan, protegidos por escoltas y acompañantes, hasta los autos que les llevarán a continuar la celebración en algún club de la capital española.
La sonrisa de Nairo surca el aire bajo la carpa: Paola Hernández su esposa y su hijita Mariana llegan a saludarlo sin testigos: limpian las gotas que ruedan de sus ojos. Sudor y lágrimas confundidas. Ese es el triunfo.