Conocida la insistencia del alcalde Peñalosa en privatizar al precio que sea la ETB, conviene repasar los hechos que frustraron ese intento durante su anterior período, entre 1998 y el 2000.

Los términos con que porfía en enajenar la empresa bogotana se mantienen idénticos, pese a las transformaciones ocurridas en el mundo y- en particular en las comunicaciones- durante los últimos lustros. Y, siguen sin aclarar ante la ciudadanía ciertos episodios del pasado, mantenidos bajo la sombra del misterio.

Reparación de estragos

La pareja de ejecutivos parecía descansada, luego del vuelo que los trajo desde Ginebra, Suiza, a Miami. Vuelo de itinerario, en primera clase, tranquilo. Nada de aterrizaje en oscuras pistas secretas, ni helicópteros ni escoltas con limusinas esperando a la salida. Todo normal.

Acostumbrados ya a esos vaivenes, Sergio Regueros Swonkin y Alfonso Gómez Palacio, presidente y secretario respectivamente de la ETB, se mostraban optimistas cuando llegaron a cumplir la cita con su jefe, el alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa Londoño.

Más tarde, los 3 se encontrarían –en un sitio acordado previa y discretamente- con César Alierta, recién nombrado presidente de Telefónica de España, quien se hallaba en Miami reparando los estragos de la gestión de Juan Villalonga, su antecesor.

En esa reunión, eso esperaban los ejecutivos bogotanos, cerrarían el negocio que con tanto ahínco habían tejido: la venta de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá ETB a la compañía ibérica.

Experto en burbujas

Villalonga era reputado como un experto en privatizaciones de alto vuelo. Mediante un par de ventas al gusto del cliente, había traspasado Telefónica a manos privadas. Con el aplauso del gobierno de Aznar (compinches desde la infancia), la venia de los sociolistos españoles y el silencio de la prensa, dicha operación fue realmente un regalo que se hicieron a si mismos los inversionistas más poderosos de España.

Vigorizado por tales manejos, Villalonga tomó la decisión de instalar sus cuarteles generales en Miami, cerca a su querida Adriana Abascal, la entonces joven viuda del potentado mexicano Emilio Azcárraga. Pronto ocupó su silla de preferencia entre los adictos a la especulación bursátil, los canjes de acciones y todo tipo de oscuras manipulaciones que dieron lugar a la “burbuja punto com”.

Sin la incomodidad de los controles estatales y con todo el poder sobre una compañía privatizada a su imagen y semejanza podía hacer, literalmente, lo que le diera la gana.

En medio de la turbulencia especulativa, a comienzos de 1998, Villalonga se alió con MCI-WorldCom propiedad de su íntimo amigo Bernard Ebbers y preso en la actualidad como principal responsable de la quiebra de dicha empresa de telecomunicaciones.

Pero, el negocio que lanzó al estrellato a Villalonga fue la compra de Lycos a un precio de 12 mil 500 millones de euros en abril de 2000. En 2004, Lycos fue vendida a una firma coreana por menos del uno por ciento (1%) del precio de compra.

Bajo su mandato, también se efectuaron las privatizaciones de empresas de telecomunicaciones en Brasil, México, Argentina y Venezuela. Estimulados por esa arremetida neoliberal, Enrique Peñalosa y sus coequiperos confiaban vender ETB a Telefónica.

Mañas habilidosas

No contaban, sin embargo, que en julio de 2000 el admirado paladín tendría que abandonar la presidencia de Telefónica para abrir paso a César Alierta.

En el encuentro con Peñalosa y sus acompañantes, Alierta usaría sus habilidosas mañas de abogado para cumplir a sus jefes en Madrid y demostrar que contaba con los bríos suficientes para limpiar los escombros dejados por su antecesor

En mayo de 2000 se supo que un consorcio conformado por Telefónica y el Banco Bilbao Vizcaya, estaba interesado en adquirir el control de la ETB mediante la compra de un paquete de acciones cuyo valor se estimaba, en ese momento, en alrededor de mil 500 millones de dólares.

Sin embargo, semanas después de la reunión en Miami entre Alierta y los funcionarios bogotanos, a mediados de septiembre de 2000 se anunció abruptamente la suspensión indefinida del proceso de venta. Los cuatro millones de dólares gastados en preparativos, no lograron seducir a los potenciales compradores.

Blanqueados

“La venta de la ETB la tumbó el país”, afirmó al respecto un indignado Sergio Regueros. Por su parte, una nota editorial del 23 de septiembre de 2000 publicada en el periódico El Tiempo, culpó del fracaso “a los intereses particulares de los sindicatos, de enemigos declarados del alcalde y de candidatos miopes que siguen sin entender que la venta de activos de la ciudad implica un flujo de recursos para inversión pública en salud, transporte, vías, educación, vivienda, infraestructura y medio ambiente”. http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1243226

Peñalosa sostuvo públicamente que el tropiezo obedeció al temor de los inversionistas frente a riesgos relacionados con la inestabilidad política y el clima de inseguridad.

El político local Jaime Castro (quien fue ministro de gobierno durante los cruentos episodios del Palacio de Justicia en 1985 y alcalde de Bogotá entre 1992 y 1995), durante algún tiempo sostuvo que el fracasó se debió a “graves inconsistencias jurídicas” de las que advirtió, además, el Procurador de la Nación en ese entonces.

César Alierta se mantuvo al frente de Telefónica hasta 2016 gracias, en especial, a sus nexos con altos dignatarios como Rodrigo Rato (vicepresidente de Aznar designado, en abril de 2013, por Alierta consejero de Telefónica. En esa posición, según investigaciones de las autoridades ibéricas, cometió varios delitos fiscales y de blanqueo de capitales.

http://www.elmundo.es/espana/2016/07/19/578d3ca546163f2a228b460a.html

Es imposible saber si Alierta echó para atrás lo que ya habían acordado Villalonga y el equipo del alcalde Peñalosa. Tales decisiones no por discretas son menos efectivas: escapan a la opinión pública y a los organismos de control siguiendo la regla de oro del célebre Vito Corlene: «el recato y la circunspección son más fuertes que los golpes y más duraderos que las balas».