Bajo el palo de mango, el sábado a las cuatro de la tarde discurre en el patio de una casona de esa Barranquilla señorial, un tanto alicaída pero aún rebosante de vitalidad. En esa parte de la ciudad donde la influencia caribe resplandece por calles tapiadas con la sombra de los árboles.

Empieza diciembre y llegan las brisas. En el patio, la conversación se anima. Joe Cocker canta desde una pantalla frente los asistentes al festival de Woodstock. Una pequeña ayuda para los amigos. Los pocos decibeles permiten a los contertulios escucharse. Ni por asomo aparece ese pos-vallenato gritado a escala inhumana que, como diría un conocedor local: » ni es música, ni canto, ni ná…»

Ninguna estridencia más que algunos tatuajes impuestos sobre hombros, muslos, brazos y piernas de varios asistentes. Nada de relajo, ni gritos, ni empujones. Gente de todas las edades, con predominio de universitarios, activistas de las artes y la literatura y lectores. Podría ser una feria cultural. De hecho, lo es. Un encuentro que en su mejor momento alcanzó cien personas.

Apasionado sosiego

Con maternal afán ronda los salones que sirven de sede a la Feria, la presidenta de la Fundación María Moñitos. Venida de la capital del país -exclusivamente para organizar esta reunión-, ella explica con apasionado sosiego los motivos de su causa. Cuenta que ya ha montado en otras ciudades y espera seguir realizando por todo el país eventos similares a éste, en pro de la cannábis.

El mismo anhelo que comparten dos investigadoras médicas. Pasan. Saludan con efusión a los chicos que, en nombre de la parroquia local, sirven de anfitriones y exponen a los curiosos los beneficios terapéuticos de la cannabis. Las académicas siguen su camino de prisa. Con las festividades decembrinas encima, no hay mucho tiempo.

Los anfitriones, de mirada directa, apretón de manos y abrazo cordial, presentan de aquí para allá a los recén llegados. En el salón de entrada, un joven emprendedor expone con mercantil acento antioqueño las ventajas de un sinfín de artilugios que entre otras cosas multiplican los efectos terapéuticos de la yerba vea pues. Al lado, una chica riega el piso con joyas artesanales que ofrece en venta junto a una sonrisa beatífica.

Prohibida su venta a mayores

Un pareja muestra cinco preciosos cogollos de plantas cultivadas según reglas de la más pura ortodoxia ecológica. Ellos dictan cursos a los interesados en abastecerse por sí mismos cultivando su medicamento sin modificaciones genéticas, ni químicos. Producto cien por ciento natural garantizado. Les sigue el paso un olor a naturaleza viva y bienhechora.

Feria Tropical Cannábica, han denominado los organizadores a esta fiesta. No se parece, en nada, a la imagen de parranda costeña con whisky en copitas que circulan entre acordeones electrónicos, gimoteos de borracho a grito herido y sancocho tibio al amanecer. Y todo sin dormir, so pena de terminar con la cabeza rapada.

Por el contrario, aquí las cosas van con calma. No hay consumo de licor, que está permitido. Tampoco (al menos oficialmente) de marihuana, cuya venta está prohibida aquí, justo en esta feria dedicada a promover si no el consumo, al menos el conocimiento de la marihuana.

Como si –guardadas diferencias-, algún sediento se llega al festival del vino con el ánimo de catar un par de copas, mientras sopesa las botellas que espera comprar para llevar a casa y se encuentra con una negativa metálica. No hay venta. Las leyes aún no dan para tanto. Ni siquiera en la otrora puerta de oro voncinglera y mestiza, cuando la orilla donde el Río Magdalena se entrega al Caribe era todavía un paraje acogedor y cosmopolita.

A golpes de sol y de agua

En la fiesta cannábica, lo que en otros contextos provocaría, cuando menos, la protesta de algún cliente incipiente, aquí se acata sin reclamo. Una pareja con aspecto extranjero, comenta la ironía de la situación: ellos han ido por medicamentos para aliviar el herpes zóster (o culebrilla), que padece el tipo, un cachaco de trazas greiffianas. «Aquí, sostiene la dama de perfíl florentino, pensábamos que la podríamos encontrar.»

La muchachada los acoge con cariño sin alardes. Intenta explicarles el asunto, luego de que el cachaco sesentón, expone la necesidad de recibir los beneficios que promete la vieja María Juana. Es una de esas órdenes gubernamentales que no atiende al mínimo sentido común. Es sólo un gesto autoritario, afirma una estudiante de sociología. El sesentón asiente.

Aún así, aquí optan por respetar la prohibición de fumar bareta, al menos en sus líneas generales. Un varillo se medianas proporciones rueda de boca en boca, junto a un rumor que trae golpes de sol y de agua de los valles caribeños.

Para todo mal

Las propiedades terapéuticas de los cannabinoides son abundantes, según estudios adelantados en los centros de investigación científica más reputados mundialmente. Uno de sus componenres esenciales, el THC ataca directamente glaucomas, alzheimer, cáncer, estrés, trastornos gástricos y bipolaridad, entre otros males.

Por sus propiedades analgésicas y neuro-protectoras, aportadas por el CBD, ciertos tipos de marihuana se recomiendan para el tratamiento del muy molesto herpes sortex. Ella restaura las terminales nerviosas que el herpes carcome con avaricia, como le sucede, cosa de lamentar, al cachaco de arriba.

También para el bien

Además de sus virtudes medicinales, la marihuana relaja, energiza, despierta la creatividad, eleva la concentración, despeja la mente y tonifica el organismo. Tales testimonios, expresados por los participantes en la feria barranquillera, los ratifica una abundante literatura científica disponible sobre el tema. Para la ciencia más avanzadas, las bondades de la marihuana quedan fuera de toda duda.

El poeta, traductor y filólogo Leo Castillo, quien vivió muchos años hundido por el alcoholismo y el consumo de drogas duras, sustenta tales conceptos. Sostiene que la marihuana actuó como su hada madrina, protectora y potente, que le tendió la mano para salir de los peores abismos. Ahora, cuando él ha dejado por completo el licor y hasta el cigarrillo, mantiene su confianza en la yerba.

De hecho, el poeta confirma los planteamientos de personalidades como el Phd Tod Hiro Mikuriya quien asesoró al gobierno federal de USA en la flexibilización de la normativa sobre el uso de la marihuana.Mikuriya siempre recomendó la cannabis como remedio efectivo contra las adicciones.

Muchas políticas públicas -inclusive en USA-, admiten estudios que niegan el efecto “trampolín”, según el cual el consumo de marihuana conduce inevitablemente al consumo de drogas duras, sintéticas o derivadas como la cocaína, el crack y cientos de narcóticos sintéticos que se expenden por calles, bares y discotecas de todo el mundo.

Faroles y banderas

Al ritmo de la tarde, cuando avanza la noche, los visitantes de la Feria comienzan a dar muestras de impaciencia. Unos universitarios, venidos de Valledupar, con la idea de promover el conocimiento de la marihuana, muestran ganas de querer inaugurar sus vacaciones.

Una universitaria de las barrios pobres de Barranquilla, rechaza con voz melodiosa los anatemas que su propia familia le lanza contra por la marihuana que la induce al estudio, sosegada, de los clásicos griegos y latinos; lejos del bullicio de tirios y troyanos.

También lejos de cualquier victimismo, con la parsimoniosa cadencia caribe un poco más trabada de lo habitual, la tertulia se recoge en torno al poeta Leo Castillo con las palabras de su historia abismal y aérea, de dolor y esperanza.

Bajo faroles y banderas que baten sus alas en las ramas del mango, los muchachos bailarán hasta cuando los gallos canten la madrugada. La pareja de cachacos se retira con parsimonia andina. La presidenta de la Fundación María Moñitos regresa en el primer vuelo a la capital.

Fue provechoso el fin de semana en Curramba.

Se escucha un tarareo «Oh! Yo aquí me las arreglo con una pequeña ayuda de mis amigos.«

 


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