En 1926, obligado por las dificultades, León de Greiff se instaló en una áspera región selvática, entre los desfiladeros de la cordillera central que encañonan el tormentoso río Bredunco, conocido también como el Cauca. Cuatro años antes, el país letárgico del régimen conservador había recibido la paga por el istmo de Panamá: una bicoca. Algunas boronas del botín destinó el gobierno pobre pacato y sectario, a la terminación del tramo del Ferrocarril de Antioquia que uniría, entre otros poblados de la cuenca caucana, a Anzá, Bolombolo, Cocojondo y La Pintada.
Hasta semejantes lejanías se fue a ganar la vida el poeta. A la sazón contaba con 30 años y traía una controvertida reputación ganada a pundonor batido entre los círculos vanguardistas de la época. Se metió a la selva después de fundar, junto a amigos escritores y artistas, las revistas Pánida (1915) y Los Nuevos (1925).
León de Greiff estudió en la Escuela de Minas de su natal Medellín. Destacó, desde muy joven, entre la generación de comienzos de siglo por su erudición en matemáticas, historia, geografía, física y filosofía. Leía en nueve idiomas libros que llevó consigo junto a un pesado armatoste con discos prensados y partituras de sus compositores predilectos.
Su primer libro, Tergiversaciones (salió seis meses antes del viaje del poeta a la rivera del Cauca), desató una estruendosa polémica entre quienes buscaban remover la mentalidad enmohecida y los defensores del decimonónico parroquialismo derivado de la Guerra de los Mil Días. Sirvió como secretario ad-hoc al general Rafael Uribe Uribe, asesinado en octubre de 1914 en las escalinatas del Capitolio Nacional, en Bogotá.
Atrás ambiente lóbrego
Altivo y desdeñoso, hosco pero radiante, el paso de su figura era habitual en los cafés que congregaban las huestes bohemias tanto en Medellín como en la capital del país. De Greiff trabajó unos años como contabilista, dio clases de idiomas y matemáticas hasta fines de 1924, cuando decidió cambiar de rumbo, harto del ambiente lóbrego que se destilaba en la prensa, la política y la vida de la nación.
Síntesis de Saharas y de Congos
Para cumplir su tarea: el diseño de los trazados por donde iría un ramal del ferrocarril, debió repasar los caminos abismales de la arriería, cruzar puentes desvencijados, enfrentar la beligerancia del sol, domar trochas hirsutas, tajar riscos y lomas sobre las copiosas aguas del Cauca.
Los ocios eran pocos en el campamento de La Herradura, puerto endeble centro de exploraciones de agrimensores y de bogas, de corsarios y damiselas. Verdaderos diluvios alteraban los oficios y obligaban a calmar las fiebres:
“Por las greñudas ninfas del río,
un mediodía de oro y refractadas luces derivó la almadía.
Sólo guardo el recuerdo de la canción de las cigarras.
Y ese monte era largo, de tres horas yendo raudo el esquife sobre las ondas
apenas si sonoras que deslizan su ritmo en curvas ideales,
parábolas y catenarias, elipsis y espirales”.
El río el Cauca, presidía el paisaje a todo lo largo y todo lo ancho del país, nada utópico aunque de nombre cacofónico, de Bolombolo:
“País de sol sonoro…
País de tedio badurnado de trópicos,
síntesis de Saharas y summa de Congos”.
A falta de gobernantes autodesignados, en el País de Bolombolo reina su majestad Rosa:
“la de pupilas estrábicas,
de muslos pluscuamperfectos
y de senos como crateras de corindon
cuyos vinos queman, que no embriagan”.
Tratase de la encargada de la cocina en el campamento de La Herradura. Dama “de no muy difícil trato en lides asofaldadas”, en ocasiones entrevista por las noches de luna, a orillas del Cauca celoso; mujer pícara y lujuriosa hembra.
Técnicas absurdas de ciencia ingenieril
Al Cauca el río, colérico atravesado por vientos de granito, se enfrentó el exiliado vate. Se increparon ebrio el uno de aguas ciclópeas; el otro de besos y bebidas quemantes como la trementina. Fue dura y prolongada la pelea. Duró hasta una noche cuando, meses después de su llegada, León de Greiff metido hasta el pecho sintió el ávido abrazo de las aguas y escuchó la música del Cauca que así, en ese instante, lo nombró su amigo.
Ese bautismo impregnó para siempre la obra y la vida de León De Greiff al punto de permitirle presagiar el daño que causan al Cauca:
“…con técnicas absurdas y fórmulas tediosas,
Los sabios (infatuados como cualquier poeta)
Los sabios infatuados
De ciencia ingenieril”.