Bitácora de BSN
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La campaña que libró en 1819 el menguado ejército conducido por Bolívar expulsó definitivamente de Santafé a las autoridades virreinales españolas. Las batallas claves se dieron en las provincias del interior. El régimen del terror impuesto por el sanguinario Pablo Morillo liquidó la resistencia patriótica en Cartagena. Otras ciudades de las provincias costeras mantuvieron su apego a la monarquía española y frenaron el avance revolucionario.

Con la seguidilla de combates en Gameza, Pantano de Vargas y en el Puente de Boyacá culminó el paso de los Andes, una hazaña que inicia en los cuarteles de Angostura, el 15 de agosto de 1818. Allí Simón Bolívar –obtenido ya el título de Libertador- anunció la partida de un destacamento revolucionario, encabezado por el mismo, con el objetivo de expulsar las fuerzas de Morillo de la Nueva Granada.

Designado con plenos poderes por Fernando Séptimo para comandar la reconquista de las posesiones españolas en América desde Maracaibo hasta La Plata y Chile, Pablo Morillo exterminó, literalmente, a toda una generación de jóvenes (muchos de prestigiosas familias locales y peninsulares) que había declarado su disposición de crear un gobierno propio en las provincias americanas.

Más de cinco mil patriotas fueron ejecutados en las principales plazas de la Nueva Granada de la que, si bien Santafé era el centro político y religioso, Cartagena era la capital económica y militar. Conforme las estructuras monárquicas españolas, el virreinato se subdividía en provincias sometidas al gobierno centralizado en el Virrey.

Cuando Bolívar emprende la campaña hacia Santafé, los monárquicos mantienen bajo su dominio a Cartagena, de donde partían las tropas españolas que arrasaban, saqueaban pueblos enteros y ejecutaban a su paso a hombres, mujeres y niños.

Más de cinco mil patriotas fueron ejecutados en las principales plazas de la Nueva Granada de la que, si bien Santafé era el centro político y religioso, Cartagena era la capital económica y militar».

Las riberas del bajo Magdalena estaban, en cambio, en manos patriotas. Tenerife, Mompox, El Banco, hasta Ocaña fueron liberados a comienzos de 1813, por el propio Bolívar quien, acusado de insubordinación por un turbio francés, Labatut, por esos triunfos estuvo a punto de ser llevado a consejo de guerra en Cartagena.

Ciudad martirizada que, cuando fue española resistió el sitio de Vernon y, cuando fue patriota cayó en las garras vengativas de la monarquía. Morillo y sus dos principales lugartenientes, Pablo Enrile y Juan Sámano. Cientos de jóvenes activos muchos, simples observadores otros, de los acontecimientos, fueron fusilados sin fórmula de juicio.

Las arcas desocupadas, la población perseguida y masacrada. La iglesia indiferente cuando no cómplice, las familias pudientes fueron obligadas a entregar sus propiedades al invasor, so pena de muerte. Las torturas, los desalojos y los atropellos eran cosa de todos los días. Esta invasión de la monarquía fue terrorífica. El horror de las masacres de pueblos indios en la época de la conquista, fue superado por los crímenes de la reconquista comandada por Morillo.

En todas las provincias hubo conatos de resistencia y varios intentos de articulación de fuerzas. Nariño en el sur de batió como un león contra las tropas monárquicas. La provincia de Tunja, en medio de su apacible frialdad, estaba hace doscientos años, ajena a un hecho que cambiaría el rumbo de la historia del continente americano.

Obligado a frenar su avance hacia Caracas, Bolívar se dirige al Orinoco, a las vastas llanuras que rodean la pequeña ciudad de Angostura. Allí emite su proclama del 15 de agosto de 1818 y asciende a general de brigada a Francisco de Paula Santander.

En seis meses, Santander organiza dos batallones de infantería, un escuadrón de caballería y otros de guías, zapadores y artilleros. Las armas, pertrechos, municiones y los recursos requeridos por las tropas, fueron costeados por Bolívar gracias a las ayudas q ue gestionó en Europa.

El 4 de junio de 1819, las fuerzas revolucionarias encabezadas por Bolívar atraviesan el caudaloso río Arauca, con el propósito de atravesar las llanuras del Casanare en pleno invierno. Seis días después entran a Tame, donde se encuentra la vanguardia de Santander.

De allí parte “una hazaña guerrera colosal”, como pocas en la historia: la travesía por la ruta de Nunchía-Morcote-Paya y Pisba para traspasar el páramo por la parte más arriscada. Al otro lado, descenderán al altiplano florido de Boyacá donde las fuerzas invasoras orgullosas y confiadas, guardan el camino hacia la capital del virreinato, Santafé.