Seguir creyendo lo que el sistema quiere, hace que no encontremos el sentido de la vida.

Porque la vida se define a sí misma y, de alguna manera, nos enseñaron las cosas mal. Muerte, miedo, pecadores y redimidos, advertencias… más miedo.

Sin embargo, aprender de la vida es otra cosa: es saber que nacemos sin pecado “original” y que estamos preparados para andar por el sendero -de la vida, justamente- de manera plácida.

Y si ahora son los medios, es justo decir que su mensaje no es nuevo… siempre hubo alguien que nos advirtiera del fin de los tiempos. Afortunadamente, hoy sabemos que paso por el planeta comienza a dibujar otros sentidos que hacen a la naturaleza y la mirada al Cosmos está más relacionada con el experimentar.

Cuando estos pensamientos aparecen en el CIO, porque así lo impone la lectura de los titulares, me pregunto: ¿cuándo volveremos al verdadero objetivo de los medios de comunicación? Formar e informar debería ser su leitmotiv y no los titulares enrarecidos por la desinformación. En una sociedad multifacética, conformada para no sentirse identificada más que por la confusión, los titulares de los medios de comunicación son leídos en ese rumbo: el apocalipsis vendido en nuestra psiquis, un plan inescrupuloso que deja afuera a quienes están –o estuvieron- comprometidos con lo que significa comunicar, enseñar. A propósito de esto, los invito a ver la película “Lugares Comunes” del argentino Fernando Robles.

Más allá de las noticias, o la religión, o los gurúes… la verdad es que ya está bien del fin del mundo, del Dios bueno/malo, del ET salvador/depredador. La Humanidad es dueña de su propia realidad ¿tomaremos conciencia en este sentido? Estamos ya en condiciones de compartir y vivir en armonía, sin mentiras ni hipocresías, es hora de despertar y tomar esos conceptos de quienes pasaron por este planeta hace mucho tiempo, provenientes de otros lugares del Universo.

Lograr un lenguaje nuevo, pareciera, es ponerle el justo lugar a la comunicación: mirarnos a los ojos, sincerarse y librarse de las etiquetas. Se habla mucho de la venida de los extraterrestres. Pero pensemos ¿a qué podrían venir? Si la violencia es nuestra ley, si somos sordos a la realidad, si no podemos apreciar la maravilla de vida que tenemos entre manos… si el mensaje que supuestamente nos quieren dar queda en manos de personas que la sociedad –léase sistema- tilda de locos…

¿Cómo construir un nuevo tiempo? Con nuestras actitudes al leer, al escribir, al compartir, al acompañarnos al conocimiento… que a buena hora hoy está por doquier. Les propongo ver la película “Planeta Libre” (La Belle Verte, título original en francés, 1996), dirigida por Coline Serreau. La misma trata de un planeta similar a la Tierra pero más pequeño, en el que viven personas capaces, entre otras cosas, de comunicarse por telepatía y de transportarse en el espacio. En una reunión deciden que es hora de que alguno de ellos visite nuestro planeta y, aunque nadie quiere hacer el viaje, finalmente una mujer, Mila, se ofrece como voluntaria.

 

Planeta Libre (

Llega a París en los últimos años de los noventa. Mila (la propia Coline Serreau) se encuentra desorientada: los indicios que los ancianos le han dado antes de salir, incluyendo el vestido de estilo imperial, dan lugar a una serie de sucesos cómicos en su acercamiento con los habitantes de la ciudad. Sin agua ni comida -aquí todo le resulta contaminado e insalubre- se ve obligada a llegar a un hospital para «recargar energías», estando en contacto físico con los bebés. Una vez en el hospital Cochin de París, conoce a Max (Vincent Lindon), un jefe de médicos, a quien Mila «desconecta», estableciendo con él un vínculo que durará todo lo largo de la historia. Se suceden algunas aventuras. Mila reconoce a seres originarios de Planeta Libre, muertos en la Tierra (como Jesucristo y Johann Sebastian Bach). Como ya ha pasado un tiempo desde su partida, los hijos de Mila vienen a buscarla desde Planeta Libre y, por error, llegan al desierto de Australia, donde entran en contacto con aborígenes, a quienes le atribuyen más desarrollo intelectual, en contraposición a lo que su madre les contaba sobre los habitantes europeos.

Sobre el final, la familia de Max se escinde para que sus dos hijas viajen a Planeta Libre, con Mila y sus propios hijos.