En algún lugar de la investigación de los OVNIs, en algún momento de la historia después del año 1947, se dispuso que esta fecha se determinara como el día de los OVNis. Por supuesto que podríamos aceptarlo tan rápidamente y naturalizarse como se ha ido naturalizando tantos otros errores.
Cuando uno va a la fuente más cercana a la verdad, las historias van tomando una forma diferente a como lo van contando, transformando la leyenda en lo viuvido realmente.
En nuestra tarea de comprender este fascinante tema. Interesarnos desde la docencia, entendemos la importancia de realizar una certera lectura de nuestra historia en todo su contenido. El tema de los OVNIs tiene su historia y bien contada tiene un sentido más interesante.
Si queremos resaltar el tema O.V.N.I. lejos del fenómeno, podríamos obviar el día del OVNI, ya que este hecho real no tiene por qué tomar escena de un mundo sistémico, ese que nos hace olvidarnos de quien realmente somos. Por supuesto es una sugerencia cuando queremos salir de los estigmas y paradigmas que nos han puesto límites al pensamiento humano.
Aquí en este punto la investigación más exacta es urgente para evitar las interpretaciones, especulaciones. Los supuestos en temas tan delicados, puede traer fama, pero también pone al tema no precisamente en el mejor lugar. La realidad extraterrestre bien leída provoca en quienes estamos haciendo la lectura en el ámbito más humano, toca lo más trascendente de nuestra existencia.
Por ello, le damos el lugar del día del OVNI al único responsable de la idea de plato volador. Provocando una imagen errónea a lo que realmente vivió Kennet Arnold piloto privado de Boise. El relato del piloto da a comprender que estuvo ante un evento que supera lejos lo que se pueda explicar con nuestra ciencia actual y la física que aún estamos por comprender.
La descripción de Kennet Arnold es mucho más extensa pero no es necesario reproducirla toda. La difusión que la prensa dio a la noticia despertó el interés mundial por los O.V.N.I.s . Y fue precisamente un periodista, Bill Benquette, de la United Press, quien puso en circulación el término “Platillo Volante” al interpretar la respuesta que el protagonista del suceso concedió a una de sus preguntas: “Volaban de una manera caprichosa –respondió Arnold- como cundo usted lanza un platillo sobre el agua, que va rebotando sobre ella…”
En realidad, el termino había sido utilizado ya con anterioridad, nada menos que en 1878. El 24 de enero del mismo año un agricultor llamado John Martin, que vivía cerca de Denison (Texas), llevando la mirada y vio un objeto circular en el cielo. Martin dijo que el objeto se hallaba a una gran altura y se movía a una velocidad “maravillosa” (sic), y que la única manera como podía describirlo era comparándolo con un platillo que flotase en el aire. Su relato se publicó al día siguiente en el Denison Daily News, pero no pasó de ahí, por lo que Arnold no podía de ninguna manera conocer el vocablo con que el agricultor había descrito el avistamiento. Fue en efecto el periodista Bequette, ya mencionado, quien difundió el término en 1947. Los telegramas de agencia con la noticia se publicaron en más de 150 periódicos de Estados Unidos. Y antes de transcurrido un mes, las noticias sobre observaciones de objetos semejantes proliferaron por los cinco continentes.
Un aparte del relato.
Piloto Kennet Arnold
“Yo era por entonces uno de los fundadores de la Asociación de Pilotos de Búsqueda y Rescate de Idaho –contó Arnold-. En aquella fecha (24 de junio) tenía en mi haber unas cuatro mil horas de vuelo sobre las montañas, en misiones de búsqueda y rescate. Me encontrara volando muy cerca del mote Rainer. Aproximadamente un mes un avión de transporte C-46 del Cuerpo de Infantería de Marina de los Estados Unidos se había estrellado en la ladera suroeste de dicho monte. Se suponía que los 32 marinos que transportaba habían perecido, y los familiares de los mismos habían ofrecido una recompensa de cinco mil dólares para quien consiguiera localizar el avión siniestrado y facilitara así la recuperación de los cadáveres».
“Después de Chehalis, alrededor de las tres de la tarde, era un día hermosísimo y no había una sola nube en el cielo. Me aproximé al monte Rainer volando a 11.000 pies de altura (3.300 metros) …Mientras efectuaba un giro de 180 grados y volaba directamente hacia el monte Rainier, un tremendo destello apareció en el cielo. Iluminó toda la avioneta, incluso la cabina y me asusté. Pensé había estado a punto de chocar con un avión que no había visto».
“Aquel brillantísimo destello, casi tan potente como una luz de arco, procedía de un grupo de objetos que estaban a lo lejos, hacia el norte del monte Rainier y en la zona del monte Baker, que estaba casi en línea con el monte Rainier y el monte Adams. Vi una hilera de extrañas aeronaves que se aproximaban al monte Rainier con gran rapidez… Creo recordar que por aquel entonces describí una formación comparándola con la cola de una cometa china, Parecían colar en formación escalonada. No obstante, al mirar los objetos que se destacaban sobre el cielo y sobre la nieve del monte Rainier, según se aproximaban, no conseguí discernir colas en ellos, y lo cierto es que nunca había visto un avión sin cola…»
“Aquellos objetos eran de un tamaño considerable y conté hasta nueve. ..Los brillantes destellos que serían de su superficie, y que yo al principio supuse que eran reflejos del sol, eran pulsantes, y al propio tiempo los aparatos se balanceaban; parecían volar tan fácilmente de lado como en posición plana… Los objetos parecieron ascender un poco mientras seguían el rumbo de 170 grados, y comprendí que estaba a nivel con ellos porque ambos estábamos en el horizonte. Mi altímetro señalaba algo más de 9200 pies (2.800 metros), lo cual quiere decir que ellos volaban a esta altitud, poco más o menos. Calculé que su diámetro era de unos 30 metros y, por supuesto, me sorprendió mucho que no tuviesen cola, pero pude ver muy bien su imagen sobre la nieve».
«Cuando despedían aquel destello parecían ser completamente redondos. Cuando se me mostraban de lado o de plano, se veían muy delgados y en realidad desaparecían de mi vista tras una aguda proyección del monte Rainier sobre el ventisquero. Pero como yo conocía aproximadamente mi situación en relación con la montaña, sabía por dónde habían pasado. Pensé que mi cálculo de la distancia y mi cronometraje me permitían calcular, dentro de un margen razonable, su velocidad. Y por entonces ya estaba seguro de que aquella extraña formación de aparatos volaba a más de mil millas por hora (más de 1.600 km por hora)».
“Entonces cuando terminaron de sobrevolar Goat Ridge, el segundo a partir del final pareció volver su parte posterior hacia mí. Creo que esta es la expresión más adecuada, y entonces pude ver que el objeto no era redondo. A juzgar por las maniobras que efectuaban, pensé que, si hubiese seres humanos en ellos, hubieran quedado hecho picadillo al primer viraje, porque aquellos aparatos volaban muy deprisa y de una manera muy caprichosa; por el modo como cambiaban de dirección casi instantáneamente, la fuerza centrífuga debía ser terrorífica».