La estratificación socioeconómica de las viviendas colombianas ha dado pie para que se interprete como una estratificación de las personas, además de otras imprecisiones que no reflejan la realidad.
La Ley 142 de 1994 que establece el régimen de los servicios públicos domiciliarios, define la estratificación socioeconómica como la clasificación de los inmuebles residenciales de un municipio, aplicable a cada uno de los servicios públicos. En su artículo 103, esta Ley explica que “la unidad espacial de estratificación es el área dotada de características homogéneas de conformidad con los factores de estratificación”.
Esta clasificación reparte el territorio en seis estratos para cobrar de manera diferencial los servicios públicos domiciliarios permitiendo asignar subsidios y cobrar contribuciones. Esos estratos son:
1. Bajo-bajo
2. Bajo
3. Medio-bajo
4. Medio
5. Medio-alto
6. Alto

La estratificación de las viviendas debe evaluar también a quienes las habitan.

Para calcular el estrato se consideran algunas características de las viviendas y de su entorno, como servicios y equipamientos. Con esta metodología, quienes tienen más capacidad económica pagan más por los servicios públicos y contribuyen para que los estratos bajos puedan pagar.
Para el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) “la estratificación ha generado conciencia de la importancia que socialmente tiene el reconocimiento de que en Colombia hay usuarios que requieren de la contribución de otros para tener acceso a los servicios básicos”.
Sin embargo, para ONU-Habitat en Colombia, este sistema ha generado una arraigada forma de estigmatización social. “Es común el uso de comentarios como “el señor es estrato seis” o “es de estrato bajo” para indicar las circunstancias sociales de un individuo, según una definición que recuerda más de cerca al concepto inmutable de casta que él de clase social”, señala esta organización.
“Y no faltan los elementos de distorsión puntual, como algunos ejemplos de conjuntos lujosos del Norte de Bogotá, cuyos habitantes reciben subsidios en servicios público al resultar conjunto de “estrato uno” en virtud, por ejemplo, de una pequeña casa de interés histórico que se ha conservado en el lugar”, agrega ONU-Habitat.
Esto significa que la actual estratificación socioeconómica no refleja la situación real de las personas. Además, esta metodología no estimula la remodelación de las viviendas de estratos bajos, ya que sus habitantes perciben que el mejoramiento puede resultar en un aumento de estrato y por consiguiente en tarifas de servicios públicos más caras.
Colombia sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo y la actual estratificación de la vivienda no contribuye a mejorar ese panorama.
Un enfoque más cercano a la realidad, aunque más complejo y variable en el tiempo, sería un sistema que vaya mas allá de evaluar la vivienda, sino que analice las circunstancias reales y el entorno de las personas según sus ingresos, su patrimonio, su composición familiar, lo que podría ofrecer información más aproximada sobre quienes necesitan verdaderamente las ayudas y los subsidios.