Diciembre es tal vez la época del año más esperada por muchas personas para compartir en familia y para decorar las casas y calles con luces multicolores. La iluminación de fin de año les impone un atractivo a las ciudades, ya que permite disfrutar y ver de otra manera los sitios que estamos acostumbrados a transitar todo el año.
La iluminación de las ciudades, sea en la época de Navidad o en cualquier momento del año, es fundamental porque la luz que se asigne a los distintos edificios, monumentos y calles va a dejar una impresión entre quienes transitan por estos sitios.
Las ciudades no son las mismas en el día y en la noche, el espacio urbano se muestra de diferente manera, no solo porque muchas de las jornadas laborales van terminando a medida que comienza a oscurecer y la gente está en busca de un poco de calma, sino también porque el tráfico vehicular tiende a disminuir y la temperatura también baja. Aun así, la noche también tiene su propia dinámica residencial, comercial y social, en la que encontramos una población que duerme, otra que se divierte y otra que trabaja. El ritmo de la noche es distinto al del día, pero no es un tiempo muerto, porque las ciudades no solo viven de día.
En el caso colombiano, en pleno centro ecuatorial, la noche comienza pasadas las 6 p.m., pero en los países con estaciones, en pleno invierno, la jornada nocturna puede llevarse más de la mitad de un día, porque los días son bastante cortos, de apenas 8 o 9 horas, según la ubicación geográfica.
La luz pública no debe cumplir solamente el papel funcional de iluminar, pues las diferentes iluminaciones que se escojan en las ciudades deben considerar que ofrezca visibilidad y seguridad a quienes caminan por allí, pero también debe servir para embellecer la ciudad y hacerla atractiva a los habitantes y a los visitantes. Resaltar las edificaciones y sitios emblemáticos como catedrales, obras arquitectónicas, plazas, parques, puentes y zonas peatonales, destaca su importancia y aumenta su atractivo y cantidad de visitas. De alguna manera se trata de la teatralización de la ciudad.
Por supuesto, la iluminación no es el único aspecto para hacer atractiva una zona en la noche, debe ir acompañada de seguridad, de oferta, actividades y de accesibilidad… Calles pobremente iluminadas en Colombia suelen generar mayor temor de caminarlas, que aquellas con buena visibilidad.
Pensar y poner en práctica el turismo nocturno puede transmitir una imagen local favorable en los medios nacionales, como sucede en la época decembrina con la iluminación de Medellín, tan ampliamente conocida, o de otras ciudades del país. Mucha gente sale únicamente para ver los alumbrados, porque esperan encontrar algo distinto a la iluminación rutinaria del resto del año, pues se trata de una época en que muchas instalaciones resaltan las formas de los edificios, que en otro momento del año pueden pasar desapercibidas.
Por ejemplo, jugar con las luces, con los colores, con la intensidad y la alternancia, con los efectos que se pueden lograr con el agua de un lago o de una fuente, y generar contrastes, serán valores agregados del patrimonio construido y natural, aumentará el sentimiento de orgullo de los habitantes hacia sus ciudades y genera nuevos sitios de encuentro entre los ciudadanos.
No se trata de sobreiluminar la ciudad, sino de tener una iluminación especial y medida, aprovechando la tendencia en muchos países de renovar el sistema de alumbrado por tecnología LED, que consume menos energía, para resaltar lo necesario en ciertos lugares que le dan identidad a la urbe, reconociendo que hay jerarquías en función de los distintos espacios del área urbana y que la ciudad sigue funcionando, divirtiéndose y trabajando, aunque nosotros estemos durmiendo.