La rápida expansión de las ciudades ha creado la necesidad de construir nuevas vías de acceso para estas nuevas zonas residenciales y comerciales. Sin embargo, es bien sabido que, en contra de lo que la lógica sugiere, construir más vías en las ciudades provoca más tráfico, en lugar de disminuirlo, eso sin contar con otras variables que incentivan la compra de vehículos entre los ciudadanos.

Para hacerle frente a las congestiones vehiculares existen varias alternativas, algunas de ellas políticamente impopulares, como la de instalar peajes urbanos; y otras demasiado costosas.

Uno de los elementos de la vía pública diseñados para convivir de manera armoniosa con los demás actores sociales que interactuamos y que contribuye a agilizar la movilidad en una ciudad son los semáforos.

Los semáforos consisten en una red sincronizada que permite el correcto flujo de vehículos y peatones para evitar accidentes o choques, es decir, asegura un transito accesible y pacífico.

Pero en las cada vez más complejas ciudades ya no es suficiente con el clásico semáforo y sus tres luces, sino que este debe brindar otro tipo de información y permitir nuevas posibilidades.

Pensemos por un momento en un grupo de carros detenidos en una calle, a la espera de que el semáforo cambie de rojo a verde para poder avanzar. Simultáneamente, la calle que la intercepta está vacía y con la luz en verde.

Otro caso es el de una vía cualquiera con alto tráfico vehicular, interceptada por otra donde no lo es tanto. Allí los semáforos están programados para darles el mismo tiempo a ambas vías, sin priorizar en el trafico diferenciado en cada una de ellas.

Esto significa que no siempre es necesario que las luces roja o verde tengan una duración fija, sino que se requiere de una semaforización inteligente, adaptada con la tecnología necesaria para que hagan una lectura del tráfico en tiempo real, que priorice a los diferentes actores de la vía, lo que exige que los semáforos funcionen de forma sincronizada, no como pasa actualmente, que cada uno es autónomo.

Es por esto que se requiere un análisis concreto de las condiciones de tránsito y de las características físicas de la intersección para determinar la necesidad de instalar semáforos y para suministrar los datos necesarios para su diseño y la operación apropiada.

Los semáforos no están para interactuar solo con los conductores, sino también con los peatones. Hay semáforos ya instalados en varias ciudades del país con contadores regresivos que les informan a los transeúntes en cuánto tiempo la luz va a cambiar de rojo a verde y viceversa. Hay otros con dispositivos sonoros que avisan a las personas con discapacidad visual el momento en qué pueden cruzar la calle. En algunos países los hay equipados con botones que envían una señal de demanda para paso peatonal.

Los semáforos inteligentes funcionan aún cuando hay cortes de energía, porque disponen de baterías que se activan en caso de un apagón, además están equipados con cámaras y radares que monitorean y detectan cuando un conductor se cruza la luz roja.

En definitiva, la semaforización inteligente permite maximizar los desplazamientos por la ciudad, al reducir los tiempos de recorrido, minimizar las paradas de los vehículos y reducir el tiempo de espera en los semáforos, y lo más importante es que ofrecen seguridad a los movimientos de los usuarios de la vía y protegen al peatón.