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No es que la cuarentena sea elitista, como aseguran muchos, más bien, este periodo de aislamiento obligatorio puso en evidencia la enorme desigualdad que siempre ha existido en la sociedad colombiana. La pandemia del coronavirus no es sólo una crisis sanitaria, también es una crisis social y económica.

Por supuesto que toda la población no pasa de la misma manera esta cuarentena porque la mayoría no puede continuar con sus trabajos a distancia, otros han perdido sus puestos o han tenido que aceptar un licenciamiento no remunerado, por lo tanto, en muchas familias no ha habido ingresos económicos recientes y en otras, especialmente en aquellas con escasos recursos económicos, tampoco disponen de ahorros porque sus trabajos depende de lo que producen día a día.

La cuarentena es una de las estrategias más efectivas para reducir la velocidad de propagación de la enfermedad, pero también ha servido para exponer las difíciles condiciones sociales y económicas que viven muchos ciudadanos. La recomendación general es “quédate en casa” o “no salgas”, para disminuir el riesgo de contagio del coronavirus, Covid-19, sin embargo, quedarse en casa significa para muchas familias que no habrá dinero para comprar alimentos. Y si salen, corren el riesgo de contagiarse o de que les impongan una multa por violar el aislamiento obligatorio.

Esta crisis sanitaria sacó a la luz situaciones de hambre, abandono y hacinamiento que por décadas han estado a la vista de todos los ciudadanos y de sus gobernantes, pero que simplemente han sido ignoradas y se convirtieron en parte del paisaje de las ciudades.

Por ejemplo, el hacinamiento en los centros penitenciarios no es un asunto nuevo, es un problema evidente, del que se ha documentado mucho, pero se ha hecho poco. Tal es el caso de la cárcel de Villavicencio, que fue construida para 899 personas y actualmente hay 1789. Si las aglomeraciones no están permitidas en las ciudades porque fomentan el contagio, ¿cómo se justifica que haya presos en condiciones de hacinamiento? En los últimos días varios presos y algunos guardianes de las cárceles de Villavicencio, Distrital, Las Heliconias y La Picota, fueron diagnosticados con el virus, sin embargo, las medidas que se han tomado no están a la altura de la urgencia y de la gravedad de la situación.

Otra situación de hacinamiento se vive en las residencias llamadas “pagadiarios”, donde cada habitación puede albergar camarotes o colchonetas para grupos de seis a diez personas. El riesgo es elevado si se tiene en cuenta que un solo caso de coronavirus representa un gran riesgo para todas las personas que están alrededor, debido a la fácil propagación del virus, además reduce la eficacia de las medidas de prevención destinadas a la población en general.

Preocupan también las disparidades frente al acceso a agua potable, porque una de las principales recomendaciones de higiene para disminuir el riesgo de contagio del coronavirus es lavarse las manos con agua y jabón varias veces al día. En Colombia la provisión de servicios públicos básicos presenta enormes diferencias en las zonas urbanas y rurales y disparidades territoriales, lo que provoca que haya personas más expuestas al virus. De acuerdo con el ‘Plan Director de Agua y Saneamiento Básico 2018 – 2030’, preparado por el Ministerio de Vivienda, hasta el año 2017 el servicio público domiciliario de acueducto tenía una cobertura del 97,4 % en suelo urbano y del 73,2 % en suelo rural, para un total nacional del 92,4 %.

El informe destaca que el servicio público domiciliario de alcantarillado, para el mismo año, tuvo una cobertura del 92,4 % en suelo urbano, 70,1 % en suelo rural y total nacional de 88,2 %. Y sobre la calidad del agua para consumo humano, el documento presenta información reportada ante la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios y estima que el 86 % de la población urbana consume agua sin riesgo, mientras que en la zona rural el porcentaje es de apenas 42 %.

Las desigualdades en tiempos de pandemia también se han reflejado en la precariedad laboral que hay en el país. Hasta febrero de 2020 la tasa de desempleo iba en 12,2 %, según información del DANE. El empleo informal estaba en 47,6 %, que son casi 16 millones de trabajadores que dependen de que haya personas en las calles para recibir ingresos y que no tiene posibilidades reales de progreso.

Las aproximaciones que hace el Gobierno Nacional, tomando como referencia la Gran Encuesta Integrada de Hogares, es que habrá aproximadamente 1.146.000 nuevos cesantes a causa de la pandemia, porque ha habido recortes de empleo que llevan a una pérdida de ingresos en los hogares, lo que hace que el consumo y la demanda disminuyan.

Las desigualdades sociales y económicas en Colombia son bien conocidas, donde, a pesar del crecimiento sostenido de la economía, la brecha entre ricos y pobres es cada vez más grande, debido a la alta concentración de ingresos.

Las condiciones precarias, insalubres e informales en las que viven muchas poblaciones en Colombia se han mantenido y no han sido resueltas con el pasar de las décadas y de los distintos gobiernos, lo que hace que sea un escenario propicio para la rápida expansión del virus y en una dificultad para su contención. Todos los países saldrán afectados por la propagación de la Covid-19, sin embargo, los golpes serán más fuertes para los grupos socioeconómicos más vulnerables de aquellos países que presentan desigualdades sociales más profundas.

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