Lo que se hable por ahora sobre el posconflicto es solo suposición, es cierto, pero aun así quiero preguntar cómo haremos para sacar la guerra de las mentes de las víctimas, cómo calmar sus tormentosos recuerdos, cómo apaciguar esa memoria llena de imágenes posiblemente escalofriantes y con manchas de sangre.
No sé cómo el país podrá enmendar el corazón de los menores de edad que a los 12 años los obligaron a matar, que les entregaron un fusil para atravesar su adolescencia haciéndole frente al miedo, al combate y a la muerte, en vez de estar descubriéndose a sí mismos y buscando un “parche” para compartir.
Cómo devolverles la confianza a los niños a quienes los sacaron de su casa a la fuerza y los obligaron a creer en la guerra como una alternativa de vida o cómo quitarles a las mujeres el miedo a los hombres después de que abusaron de ellas.
No sé cómo será posible acabar con la ansiedad de quienes vivieron por años a la espera de que los alcanzaran las balas del enemigo.
El compromiso que tenemos como país debe ir más allá de encontrarles a quienes han vivido de cerca el infierno de los enemigos en combate un trabajo y un lugar donde vivir sin que sean señalados y rechazados. También debemos ayudarlos a sanarse por dentro, a creer en ellos mismos, a ayudarlos a pasar noches sin insomnio, a que vean en sus mentes imágenes de esperanza y no solo de desasosiego.
Muchos de los secuestrados que han recuperado la libertad le han contado al país lo difícil que ha sido para ellos retomar su vida, dejar atrás sus meses o años de cautiverio y maltrato. Soldados que han terminado su paso por el ejército o que han quedado mutilados por cuenta de las minas antipersonas han relatado una y otra vez las profundidades a las que han llegado sus emociones y cómo luchan diariamente para crear una nueva vida.
No sé cómo haremos para que todas las personas que han sumado en su mente tragedias, pánicos y angustias logren atravesar emocional y psicológicamente esta guerra, para que su bienestar incluya poder verse a sí mismos y a la vida con un poco de ilusión.
Tal vez deberíamos comenzar a narrar con insistencia las vidas de aquellos que han logrado salir adelante, la de aquellos que han sido resilientes, para que nos digan que sí es posible, para que nos alimenten con opciones de carne hueso. Tal vez necesitamos más ejemplos de seres humanos recuperados que les sirvan de guía a quienes aún no saben cómo mirar su presente y cómo lo volverán un pasado sin terror, para que entonces sí puedan decir que están en paz.