Creo que a Vargas Lleras le salió muy bien su baile al ritmo del acuerdo de paz para sus propios intereses, claro está.
Con las declaraciones que le dio a la revista Semana, que se convirtieron en noticia y generaron la reacción airada del expresidente César Gaviria, logró ponerle el pecho a un tema que, de no manejar como lo hizo, lo tendría en aprietos.
Quedó aceptando el trabajo que le puso su jefe, el presidente Juan Manuel Santos, de apoyar la campaña por el ‘Sí’ en el plebiscito, pero no comprometido con lo que sucedió en La Habana; se distanció de un pasado con el que no tuvo relación alguna, pero hizo análisis a futuro como si fuera él la persona a quien le tocará aplicar lo acordado con las Farc.
Por su silencio durante los años que duraron las negociaciones en Cuba pudo aparecer ahora como un analista de los resultados sin un tinte político diferente al que él desee, lo que le facilita expresar sus dudas sobre la justicia transicional, pero a la vez mostrarse centrado en lo que vale la pena destacar. Su tono parecer ser más el de una voz neutra y alejada de Santos que la de alguien que cumple la misión de sucederlo en caso de ausencia. Basta con registrar algunas de sus frases: “Tengo que destacar el nivel de detalle en los mecanismos de verificación para el cumplimiento de lo pactado, que garantiza que durante el proceso de desmovilización y entrega de las armas haya un monitoreo efectivo, tecnificado y oportuno, y procedimientos concretos para resolver las dificultades que surjan”.
Pero a la vez expresar: “En este mismo punto de la Jurisdicción Especial para la Paz, hay razonables inquietudes en muchos sectores del país”. Y agregar: “Si algo hay que destacar de este acuerdo es que respeta la institucionalidad del Ejecutivo y del Legislativo, pero no así la de la Rama Judicial. A este respecto, me ha sorprendido mucho el silencio guardado por los voceros de la Corte Suprema”.
Es un apoyo al “Sí” con reservas. ¿Qué tanto le sirva esto al gobierno? Por lo pronto ya César Gaviria expresó su total desacuerdo con Vargas Lleras y su disgusto por sembrar dudas sobre lo acordado. Humberto De la Calle fue más sereno y en una actitud pedagógica le señaló que sus afirmaciones son imprecisas. Es probable que muchos de quienes respaldan al gobierno anden diciendo que Vargas Lleras se vía más bonito calladito, pero lo cierto es que esta actitud crítica y a la vez obediente le permite mostrarse como una opción para ser un futuro habitante de la Casa de Nariño que respetará la paz, pero no tragará entero. Y eso le puede traer muchos votos, más cuando se subió al bus de la infraestructura cuando ya otros habían pavimentado el camino para ponerlo a rodar. En este tema, en cambio, no ha querido desligarse de nada; ha recorrido el país por cuanta carretera y vía lo reciban (de eso hay montones de fotos y videos), contrario a su decisión de jamás asomarse siquiera por los linderos de Cuba.