En los olímpicos de Río, la estadounidense Simone Biles le entregó al mundo no solo un talento y una precisión únicas en la gimnasia sino una historia de vida llena de superación y resiliencia.

Hija de una madre alcohólica y drogadicta, fue abandonada por su padre y adoptada por sus abuelos maternos luego de pasar seis años de orfanato en orfanato.

Ahora ha vuelto a las noticias por cuenta de un grupo de piratas informáticos rusos llamados Fancy Bears, Osos Elegantes, que hackearon los archivos de la Agencia Mundial Antidopaje, AMA, y relevaron que la joven gimnasta toma un medicamento para personas con trastorno de déficit de atención con hiperactividad o TDAH. La agencia informó que ella está autorizada y por lo tanto no es dopaje.

Precisamente para ayudarla a lidiar con esta hiperactividad, los abuelos la acercaron al deporte, lo mismo que hizo la madre de Michael Phelps, el nadador más importante del mundo, cuando lo llevó a las piscinas para que él encontrara un espacio donde se sintiera a gusto y enfrentara su déficit de atención.

Historias como estas son las que deberían contarse una y otra vez como fábulas de esta época en la que niños con dificultades, que pueden ser estigmatizados sencillamente por tener un cerebro que funciona distinto al de la mayoría, encuentran salida a su diferencia en alternativas como el deporte. Son fábulas con final feliz y moraleja para la humanidad, porque no enseñan que la diferencia es y será siempre un motivo de orgullo y que se convierte en virtud cuando padres y familiares amorosos confían plenamente en sus niños y les permiten encontrar salidas a su fuerza interior.

Infortunadamente no todos los niños cuentan con la suerte de Phelps y Biles ni tienen talentos tan excepcionales, pero todos sí merecen opciones y respeto. Las últimas generaciones han estado marcadas por diagnósticos y medicamentos que, a pesar de ser controvertidos y criticados, han sido útiles para muchos, porque les han permitido salir a flote luego de estar ahogándose en esas aguas confusas y turbulentas que genera el maldito “problema” de no encajar en el sistema educativo, en ese sistema que exige los mismos resultados para todos con una única definición de lo que deben ser el éxito y la realización humana, sin incomodar a nadie y sin preguntas.

Tal vez las noticias no han sido gratas ni amables para Biles, pero creo que debemos darles las gracias a los piratas informáticos porque una vez más ella es ejemplo y líder para las nuevas generaciones. Escribió un tuit liberador para padres e hijos que viven con angustia o que tal vez se sienten culpables: «Tengo TDAH y medicarme para ello no es algo para estar avergonzada o para temer que la gente lo sepa».